viernes, 4 de abril de 2008

Cuestión de belleza y una figura retórica "falsa" de Borges

Andrea, buscadora incansable, ha recogido una interesante noticia: en Abu Dhabi se ha inaugurado un concurso de belleza en el que un sesudo grupo de expertos dictaminarán a qué camello le corresponde el honroso título de ser el más bello del mundo y algunos otros premios de menor entidad. Según los organizadores, con ello pretenden proporcionar continuidad a las tradiciones autóctonas, invariablemente ligadas a estos animales...
  
Se para uno a pensarlo y... discutir sobre la belleza de los camellos parece nimiedad, propia de de sociedades rurales, en las que, a priori, encajaría mal algo tan diametralmente opuesto como un museo de arte contemporáneo. Y me imagino a Thomas Krens vestido con el aditamento de los jeques árabes, subido en una hermosa camella premiada en el concurso de belleza del 2008, inaugurando el Guggenheim de Abu Dhabi y firmando con una estilográfica Montblanc Meisterstuck (“El arte de la escritura”) un documento que acredite la alianza de civilizaciones. Supercalifragilisticoespialidoso.
Sin embargo, en ocasiones las cosas humanas son complejas... En la noticia publicada en BBC Mundo, Marcelo Justo finaliza el artículo haciéndose eco de un polémico comentario de J. L. Borges: “Asombra un poco eso sí, que los camellos no figuren en el libro más importante para la región, el Corán, como bien hizo notar alguna vez, el escritor argentino Jorge Luis Borges.”
El comentario en cuestión aparecía en “El escritor argentino y la tradición” (Borges, J. L. El escritor argentino y la tradición. Discusión (1932). Obras Completas. Buenos Aires, Emecé Editores S. A, 1989. Tomo I), para aludir al desprestigio de los matices locales explícitos, demasiado forzados, en las manifestaciones culturales:
“He encontrado días pasados una curiosa confirmación de que lo verdaderamente nativo suele y puede prescindir del color local; encontré esta confirmación en la Historia de la declinación y caída del Imperio Romano de Gibbon. Gibbon observa que en el libro árabe por excelencia, en el Alcorán, no hay camellos; yo creo que si hubiera alguna duda sobre la autenticidad del Alcorán, bastaría esta ausencia de camellos para probar que es árabe. Fue escrito por Mahoma, y Mahoma, como árabe, no tenía por qué saber que los camellos eran especialmente árabes; eran para él parte de la realidad, no tenía por qué distinguirlos; en cambio, un falsario, un turista, un nacionalista árabe, lo primero que hubiera hecho es prodigar camellos, caravanas de camellos en cada página; pero Mahoma, como árabe, estaba tranquilo: sabía que podía ser árabe sin camellos. Creo que los argentinos podemos parecernos a Mahoma, podemos creer en la posibilidad de ser argentinos sin abundar en color local.”


Por desgracia, en esta ocasión Borges, uno de mis escritores favoritos, fue muy poco cuidadoso al recoger el juicio de Gibbon porque, en el Corán aparecen numerosas alusiones a los camellos (alrededor de 20 explícitas y otras tantas de modo implícito).
Pero ello no quita para que podamos estar de acuerdo con Borges en el fondo de su argumento. Si los jeques de Abu Dhabi deciden “recuperar” los concursos de belleza de camellos cabría inferir que ya han caído en las redes de Occidente... que las maniobras de Thomas Krens y quienes le precedieron comienzan a fructificar. ¿Lo dudaba alguien? Pero una cosa son los jeques y otra muy diferente quienes llenan las mezquitas populares de Abu Dhabi...

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