miércoles, 23 de marzo de 2011

El palacio de Liria


Tenía pendiente una crónica, la de la visita al palacio de Liria, reliquia del Antiguo Régimen en el corazón de Madrid; el texto estaba perdido en lugar anómalo; lo he encontrado hace unos minutos y procedo a difundirlo tal y como estaba... en presente, hoy presente atemporal.

El lugar me suscita aprecios y confidencias, de cuando coqueteaba con ciertos círculos sociales y estuve a punto de integrarme en ellos... o cuando menos, intentarlo. Por suerte para ellos y para mí, el destino es implacable y los dioses dieron un golpe de timón a mi vida para colocarme donde me correspondía...  Puro fatalismo cínico.
En la gran puerta metálica, recibe a los visitantes un portero que comprueba cuidadosamente la lista de visitantes, confeccionada con pulcritud durante los dos o tres años que cuesta ser apuntado en ella.  Situación para iluminar con claridad la distancia existente ente la nobleza y la plebe, en la España democrática, donde según la Constitución, todas las personas  son iguales ante la ley.
Cruzamos el jardín delantero y en la puerta principal nos recibe un hombre joven, alto, vestido informalmente, de verbo lacónico y expresión distante. También aquí padecen "fotografobia"...  El espíritu de las veinte obras de primerísima fila debe quedar a salvo.
Francamente, esperaba otra cosa, más alejada del boato hortera de la nobleza rusa reinterpretada por las autoridades soviéticas. Lo que, por imperativo legal,  la Fundación Casa de Alba ofrece al visitantes  es deslumbrante...  y divertido. Es, además de "museo", palacio del "pongo" y expresión de los gustos peculiares de una duquesa tan aficionada a "lo popular" que, con sus actos, reivindica las fiestas saturnales; en ellas, los señores hacían de bufones y los bufones de señores...

"Y una vez que los dados te dan la suerte de ser rey, sólo en virtud de esa dignidad tienes el derecho a que no se te impongan órdenes ridículas, mientras que tú puedes ordenar a uno que declare algo vergonzoso de sí mismo, a otro que baile desnudo, a un tercero que cargue con la flautista y la lleve a hombros tres veces por toda la casa; todo ello es, sin duda, una prueba de que puedo repartir dones importantes." (Saturno dixit, según Luciano)

Lo peor:  sobran cachivaches y las condiciones de exhibición son más propias de una galería del XIX o de una iglesia preconciliar que de una instalación museística actual. Seguramente las obras están bien cuidadas y protegidas, pero es imposible contemplarlas adecuadamente.
Y, como aún integro cierta dosis de estupidez en mi perfil personal, se me ocurre que si España fuera un país moderno y democrático, conocidas sus vicisitudes históricas, la colección de la Casa de Alba estaría en un lugar más adecuado a la contemplación del público y se podría visitar sin hacer dos años de antesala, como cuando los servidores imploraban audiencia al duque.

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