lunes, 17 de marzo de 2014

San Miguel de Escalada. Lo que nos cuentan sus capiteles.

Para Luis, a quien recuerdo con afecto

Preámbulo


Como todas las edificaciones antiguas ha sufrido innumerables torturas, que han procurado indicar quienes las han estudiado... En todo caso y para que se haga una idea el lector de cómo llegó a los tiempos en que se comenzó a valorar "lo antiguo", adjunto una imagen del siglo XIX y otra de principios del siglo XX, de cuando ya se reconocía su valor histórico-artístico, aunque los lugareños mantuvieran usos ancestrales:

Litografía de Parcerisa

Foto aparecida en Gómez-Moreno, Iglesias Mozárabes
Pero frente a lo que sucede en San Cebrián de Mazote o en Santa Comba de Bande, en este caso, las reparaciones y restauraciones, que han alterado substancialmente algunos muros, no han alterado en exceso el carácter del edificio "original", si por ello se entiende la disposición con la que completó el periplo medieval... Sin embargo, es difícil prescindir del peso visual del complejo anexo.
Olvidando los añadidos "románicos", la iglesia de Escalada está definida mediante un espacio basilical de tres naves rematadas en capillas abovedadas, con planta de herradura, y un pórtico seguramente añadido poco después del cierre de la edificación. Para estabilizar los paños longitudinales, construidos con bloques bien tallados y, probablemente, para enfatizar el credo trinitario, añadieron tres arcos transversales también de herradura con escaso suplemento superior, para definir una especie de transepto, acorde con los ritos de la época.
Salvo en la zona más oriental resuelta con bóvedas, la estructura está concebida para soportar techumbre de madera, sostenida mediante los consabidos paños longitudinales construidos, a su vez, sobre columnas que, a su vez, soportan arcos de herradura, en algunos casos sobre algo parecido a cimacios. El resultado final es una iglesia de reducidas dimensiones, pero esbelta y más grande que otras altomedievales, diáfana e iluminada aceptablemente, gracias a dos hileras de ventanas pequeñas dispuestas entre el tejado de las naves laterales y el de la central.
Planta esquemática de Gómez-Moreno

Así comenzaba Gómez-Moreno el extenso y detallado comentario ofrecido en su Iglesias Mozárabes, sobre esta edificación, fundamental para la solidez de su entramado del arte hispano de la Alta Edad Media:

"La historia de este edificio se consigna exclusivamente en una inscripción latina, publicada por Risco, y de cuya existencia poseemos testimonios anteriores, pero nadie más la copió y ha desaparecido. Ella dice que: «Este local, de antiguo dedicado en honor del arcángel Miguel
y erigido en pequeño edificio, tras de caer en ruinas, permaneció largo tiempo derrotado, hasta que el abad Alfonso, viniendo con sus compañeros de Córdoba su patria, levantó la arruinada casa en tiempo del poderoso y serenísimo príncipe Alfonso. Creciendo el número de monjes, erigióse de nuevo este hermoso templo con admirable obra, ampliado por todas partes desde sus cimientos. Fueron concluidas estas obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni oprimiendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad Alfonso y de los frades, cuando ya empuñaba el cetro del reino García con la reina Mumadona, en la era 951, y fué consagrado este templo por el obispo Jenadio a doce de las calendas de diciembre"

La inscripción es garantía documental de varias circunstancias relevantes:
1. En el lugar había un local dedicado "de antiguo" a San Miguel.
2. El abad Alfonso levantó una casa que estaba arruinada.
3. El abad Alfonso procedía de Córdoba, de donde vino acompañado de algunos correligionarios.
4. El edificio estaba acabado el 20 de noviembre del año 912, bastante antes de la proclamación del Califato cordobés.
5. El abad y los frades vigilaron las obras.

Si el abad y los frades vigilaron los trabajos, parece obvio que existían personas a quienes se hizo trabajar: el texto no parece avalar la idea de "repoblación"... Nos encontramos ante una iglesia casi estrictamente mozárabe (sin comillas), puesto que habría sido construida por iniciativa de monjes integrados en la cultura cordobesa. Y digo "casi", porque durante aquellos años, la zona donde se encuentra la iglesia de San Miguel estaba vinculada a los territorios nominalmente relacionados con los señores y las instituciones religiosas de la dinastía astur-leonesa. Según las fuentes históricas cristianas e islámicas, tras la llegada de los musulmanes, el noroeste de la península Ibérica quedó en una situación de marginalidad relativa que cambió poco hasta la caída del Califato, aunque durante la segunda mitad del siglo X jugara un papel muy activo en el desarrollo de la política militar y financiera del Estado cordobés. De hecho, las tropas califales de la segunda mitad del siglo X contaron con importantes contingentes de cristianos "gallegos" y las aceifas de Almazor tenían por objeto "recaudar" bienes por todo el norte peninsular para atender a las necesidades más o menos generales.
Desde esos datos, se podría decir que hacia el año 921, los alrededores de la Legio VII Gemina no dependían institucionalmente de Córdoba y, por lo tanto, las obras realizadas allí no serían estrictamente mozárabes; pero en este caso no creo que esa circunstancia pudiera servir para discutir el carácter mozárabe de una obra y más si está documentada que fue afrontada por cristianos "educados" en ambientes sociales sujetos al poder islámico.
En este caso, los inconvenientes de la interpretación de Gómez-Moreno aparecen por otro camino. Del texto de la lápida nace una cuestión muy relevante: ¿qué fue del edificio preexistente? Gómez-Moreno zanjó el asunto enseguida, al tiempo que indicaba la existencia de dos etapas constructivas para explicar las heterogeneidades apreciables entre la iglesia propiamente dicha y el pórtico. Cinco líneas después de transcribir la lápida, continuaba:

"La iglesia lleva caracteres de tal, que perseveran hasta en añadiduras románicas del siglo XII; además, aunque su fecha de consagración es precisa, el edificio suscita problemas e incertidumbres, como de ordinario, y hemos de irlos salvando. Por de pronto, si algo queda del pequeño Santuario donde primero se instalaron los cordobeses, han de ser materiales sueltos; acaso varias columnas de tipo asturiano que en la actual fueron aprovechadas. En cuanto al buque de la iglesia no puede dudarse que todo surgió de una vez: sus muros guardan absoluta unidad en la parte baja, y su planta no deja comprobar modificación; pero en el curso de la obra manifiéstase con toda claridad un cambio. Al principio, los materiales eran recogidos por aquellos contornos, y les caracteriza su grosería; la mano de obra se escatimaba, cortando grandes sillares, y no hay de arte sino algunas molduras. Luego, se trajo caliza fina, como la de Boñar, con la que están labrados arcos de gracilidad típica; un escultor habilísimo la entalló con gran arte, y se asentaron capiteles de mármol blanco, hechos expresamente y en perfecta armonía con la obra de piedra; las aras de consagración datan de entonces, y todo hace creer que ello fué realizado en 913. Por comprobación se impone el cotejo de otros relieves, copia verosímil de los de Escalada, en Boñar, que corresponden a 920; además, nuestra iglesia existía ya, de seguro, hacia 940, cuando le fué añadido un pórtico, que nada de común tiene, en cuanto a arte, con lo demás del edificio, y cuya data se comprueba mediante analogías evidentes respecto de Peñalba y Celanova, según veremos."




Casi a vuelapluma, Gómez-Moreno dejaba caer que el edificio preexistente debía ser de época asturiana, puesto que atribuía esa cronología a lo que pudiera quedar cuando llegaron los cordobeses: "materiales sueltos; acaso varias columnas de tipo asturiano que en la actual fueron reaprovechadas".  Cabría deducir que se refería los pocos capiteles reaprovechados del interior.  Sin embargo, unos renglones más adelante, matizaba el juicio (p. 155):

"Otros dos capiteles, en las primeras columnas exentas de las naves, son corintios, bárbaros, con hojas lisas, que revuelven su punta considerablemente, y collarino propio: están rotos y desgastados, conociéndose que rodaron mucho antes de colocarse; algo recuerdan los de Goviendes en Asturias, lo que llevaría a clasificarlos dentro del siglo IX, mas con fijeza no sé a qué arte correspondan. El último capitel, puesto junto a uno de los anteriores (Lám. XLVllI), es muy corpulento y hermana con los del iconostasis de Santa Cristina de Lena; su fuste parece corresponderá, dado lo bien que ajusta, y su cimacio podrá ser el que lleva la susodicha columna vecina, con molduraje sogueado, particularidad que decide a creer estas piezas asturianas y no anteriores a Ramiro I."

Por fortuna, en este caso fue posible excavar el interior de la iglesia y de ello surgieron observaciones que contradecían el juicio del erudito granadino, porque no acreditaron la existencia de una fase "asturiana", pero sí de dos anteriores: la primera, en torno a los siglos IV-V y la segunda, hacia los siglos VI-VII. De ello podemos concluir que, tal y como indica la inscripción, los monjes cordobeses ocuparon un lugar "de antiguo" dedicado al culto, probablemente desde el siglo IV... La carencia de testimonios arqueológicos del siglo IX permite deducir que, probablemente, el lugar fue abandonado coincidiendo con la llegada de los musulmanes o poco después.
Por desgracia, los materiales proporcionados por la excavación no fueron demasiado explícitos, pero en todo caso permiten plantear la posibilidad de que los objetos reutilizados en la iglesia puedan corresponder con las dos fases documentadas con cierta claridad...


Los capiteles del interior


Primero los documentos escritos, luego, los resultados de las excavaciones afrontadas con riguroso método científico, y en tercer lugar, el análisis de los objetos... Tal y como apreció Gómez-Moreno, los capiteles del interior se pueden articular en dos grandes grupos: los reaprovechados y los que, muy probablemente, fueron realizados coincidiendo con la edificación de la iglesia.

Los reutilizados del interior

Existen dos capiteles de estructura similar (LME14 y LME07), pero con diferencias importantes en el estado de conservación, que Gómez-Moreno relacionó con Gobiendes aunque reconocía su incapacidad para ofrecer un juicio terminante; ambos tienen una circunstancia acaso accidental común: los dos soportan suplementos que podríamos interpretar como cimacios... aunque no ajusten bien con las dimensiones de los ábacos: no conozco cimacios con tanto vuelo entre lo italiano de los siglos V y VI ni entre lo estrictamente bizantino. En general, sucede lo contrario de lo documentado aquí: los cimacios suelen ofrecer una base algo menor que el lado del ábaco para evitar roturas en las siempre débiles esquinas, sujetas mediante volutas voladas. La solución elegida por los monjes cordobeses aquí hace suponer que entendían mal el funcionamiento constructivo de estos elementos, aunque el resultado práctico sea bueno, seguramente porque los cimacios, los capiteles y los fustes, estaban pensados para construcciones de mayor enjundia.


LME07
Es obvio que los capiteles son reutilizados, pero no está tan clara la filiación "asturiana". Aunque tienen ornato sumario, ofrecen un estructura evolucionada pero sujeta a lo habitual en las variedades corintizantes con volutas angulares: dos coronas de hojas, cálato bien marcado, ábaco moldurado de concavidad acusada con espacio para el florón central; además poseen collarino, como es frecuente en los capiteles hispanorromanos del noroeste. Todo ello nos induce a situarlos mucho antes de lo propuesto por Gómez-Moreno, quizás en los alrededores del siglo IV.
El que se conserva en mejor estado (LME07) está asociado a un "cimacio" (con precisión terminológica laxa) ornado con motivos sogueados (o laureados) que, como ya he sugerido, nos hacen pensar en una concepción arquitectónica diferente a la del capitel y, por supuesto, a la reflejada por la iglesia, donde sólo existen dos más con suplementos comparables; este cimacio debería o podría corresponder con la segunda fase detectada durante las excavaciones.
Más difícil es situar la realización del "cimacio", asimismo de disposición alejada de su función estructural, que hay sobre el capitel más estropeado (LME14), de rasgos culturales menos claros; debe haber sido realizado mucho antes del siglo X, acaso en relación a la primera fase documentada mediante las excavaciones.

LME14
El hecho de que estos dos capiteles formen pareja abre la posibilidad de que ambos hubieran aparecido entre los escombros del edificio preexistente: ello encajaría con el estudio de H. Larrén; ambos pudieron pertenecer a un edificio realizado en los alrededores del año 400.
Por otra parte, de la manifiesta falta de correspondencia entre capiteles y cimacios y, sobre todo, de la inexistencia de una concepción arquitectónica unitaria, podemos deducir que quienes construyeron esta iglesia usaron de un sentido práctico afín al empleado en las primeras fases de la mezquita mayor de Córdoba, que anteponía lo funcional al rigor de una concepción arquitectónica integradora. No obstante, lo que vemos en Escalada se separa del hipotético modelo cordobés por una inclinación mayor hacia soluciones constructivas menos elaboradas, más populares.

LME08, capitel de San Miguel de Escalada
El tercer capitel mencionado por Gómez-Moreno (LME08) muestra una interpretación del orden corintio sumamente evolucionada, donde es difícil rastrear la coherencia orgánica tradicional. La relación con los de Gobiendes  es clara, aunque éstos parecen seguir fórmulas aún más evolucionadas, puesto que en ellos se han perdido por completo  las volutas, que en este aún subsisten como alusión sutil; además, ofrece un ábaco casi cuadrado pero que aún conserva referencia al florón. Estoy de acuerdo en la relación con cuatro de Santa Cristina de Lena, todos con collarino liso, cuyas hojas ofrecen diseño comparable y que allí parecen reutilizados, dado que dos de ellos son de pilastra y han sido colocados sobre fustes cilíndricos; ese detalle garantiza para todo el grupo cronología anterior a lo que supuso Gómez-Moreno: deben ser anteriores al siglo IX. Y de nuevo aparece la circunstancia mencionada en otras ocasiones, sobre la posibilidad de que muchas piezas de concepción evolucionada, que tradicionalmente se colocaban en el cajón de sastre visigodo, deban considerarse de época anterior, como sugieren las recientes apariciones de capiteles "degradados" en contextos arqueológicos del siglo IV. En todo caso, hoy conocemos más capiteles de concepción comparable; entre todos ellos (relativamente comunes en el noroeste peninsular) destacan los erosionados de Bóveda y, sobre todo, varios del Museo Arqueológico de Oviedo, que parecen más sumarios de talla, y que, con buen criterio, fueron clasificados por los conservadores de esa institución como de "época tardorromana".

Capitel de Santa Cristina de Lena
En suma, el de Escalada, los de Lena y, por supuesto, los del Museo Arqueológico de Oviedo, documentan una fórmula, que parece bastante extendida por el noroeste peninsular, de entender la ornamentación arquitectónica en los alrededores del siglo IV, acaso, en relación a la expansión de las villas o, incluso, a la edificación de templos acordes con las nuevas pautas religiosas; en los capiteles de Santa Cristina de Lena eso parecen indicar el uso de veneras en el lugar de los florones del ábaco, que señalan precedente de lo ofrecido por otros más evolucionados de Escalada.

También parece ser de acarreo el capitel (LME17) que soporta, a modo de cimacio, una lápida de mármol blanco con inscripción en caracteres romanos de hacia el año 400. Aunque ofrece una apariencia sumamente sencilla, con collarino abocelado liso, dos coronas de hojas lisas sólo decoradas con vena medial y cuerpo superior sin ningún ornato, posee dos cualidades que sugieren retrasar su cronología: el formato cónico envolvente muy acusado, que ilustra buena comprensión de la función estructural de los capiteles, y la fuerte articulación del ábaco. Como los capiteles asturianos ofrecen ábacos cuadrados o rectangulares, lo razonable es retrasar la cronología de éste, que tal vez esté informándonos de la diversidad ornamental de los tiempos tardorromanos. Sea como fuere, puede ser el más moderno de la serie de los capiteles reutilizados del interior.

LME17 ¿Capitel reutilizado? con lápida a modo de "cimacio"(en realidad es un suplemento)
Existen cuatro capiteles de concepción similar (LME09, LME10, LME15 Y LME16), que guardan cierta relación con el anterior en supeditarse a envolvente troncocónica, aunque todos ellos contienen hojas de perfil diferente y similar entre ello. Ofrecen ábaco de cierta articulación, ornato muy tosco y motivos animados peor ejecutados que los de las impostas y los realizados al efecto sin ninguna duda; además en uno de ellos es obvia la falta de correspondencia con el fuste. Por ello no sabría decir si son compañeros de los demás o si fueron realizados poco antes...

LME15 ¿Capitel reutilizado?

Los capiteles del interior realizados ex profeso

Tal y como advirtió Gómez-Moreno, en el interior de San Miguel de Escalada hay varios capiteles que fueron realizados expresamente para ella; algunos fueron tallados en proceso integrado con la colocación de los sillares. Sus cualidades formales les emparentan con el anterior, pero, se alejan de él, precisamente, en la circunstancia estructural mencionada: carecen de ábaco, cuentan con collarino abocelado y coronas de hojas lisas de perfil homogéneo, referencias sumarias a las volutas (en alguno ni tan siquiera existen) y, de vez en cuando, poseen motivos animados sumarios que los emparentan con las impostas de la zona más sagrada. Lo más significativo, desde el punto de vista que asumimos, es que todos ellos están concebidos para soportar directamente los arcos o los elementos arquitectónicos que les correspondan, pero en ningún caso, sostienen ábacos como los que hay en el pórtico y eventualmente sobre los reutilizados del interior. Aunque no se puede hablar de relación directa con los capiteles de los edificios asturianos, se acercan a ellos en una interpretación muy relajada de las tradiciones del orden corintio y de todas las variedades romanas...
Todos los capiteles de este conjunto deben ser, tal y como indicó Gómez-Moreno, coetáneos a la construcción de la iglesia, es decir, de principios del siglo X.


LME12

LME04

LME01
En el pórtico existe un capitel (LME26) que separa las dos zonas definidas por Gómez-Moreno: su concepción es comparable a los del interior (del siglo X); sólo cuenta con una anomalía forzada por la colocación específica: soporta un cimacio afín a los que hay en su proximidad. Ha de ser, asimismo, obra del siglo X.

LME26

Los capiteles de collarino laureado (o sogueado) del pórtico


Según Gómez-Moreno, el pórtico fue construido en dos momentos relativamente alejados en el tiempo... Lo que hoy se puede ver refuerza esa hipótesis relativamente:

"Los arcos más antiguos (Lám. XLVI), no sólo son coetáneos, sino aun obra del mismo artífice que la iglesia de Santiago de Peñalba, pues ofrecen idénticos caracteres, permitiendo atribuirlos al decenio de 930, v su mozarabismo es absoluto. Ellos rebasan en amplitud a los demás de esta iglesia, llegando la proporción entre alto y ancho de su curva a 4 : 5; el trasdós sube considerablemente, como en los cordobeses, de suerte que su proporción es la normal andaluza, 3 : 4, y se guarnece con una moldura de doble inflexión cóncava (Fig. 65), que además trascendía en líneas rectas constituyendo alfiz, como en Peñalba, Celanova y Córdoba. En cuanto al despiezo, en el arco extremo, donde el dovelaje es completo, éste converge a un punto inferior a los centros y único; en los demás, que están enjarjados, por ser sus hombros monolíticos, la parte adovelada converge al centro de la curva del intradós, habiendo una pieza de ajuste en vez de clave. Las columnas de todo este tramo forman serie también con las de Peñalba: son siete iguales, provistas de cimacio, y la primera, a partir de los pies de la iglesia, está en contacto con una jamba monolítica. Luego, sigue pared en ángulo, que cierra el pórtico, hecha con sillarejos de arenisca, sin guardar hiladas, pero ajustándose perfectamente entre sí. En ella, de cara a poniente, hay una ventana con arcos gemelos monolíticos de herradura, columna partiéndola, de igual estilo que las otras vecinas, y alfiz (Lámina XLVII); además lleva por dentro alféizar con quicialeras para encajar hojas, cosa mal explicable dada su disposición actual."

No insistiré en observaciones ya indicada en otros comentarios, sobre los condicionales desde los que surgió el "modelo mozárabe", tal y como fue definido por el erudito granadino. Pero es importante indicar que para él los capiteles del pórtico de Escalada, que funden las tradiciones de Peñalba con las de Sahagún, son factor fundamental porque, junto con el arco de herradura, substancian uno de los pocos factores de caracterización cultural del conjunto y, en consecuencia, para que el modelo ofreciera solidez, "tenían que ser" mozárabes. Algo parecido acaso haya sucedido con los planteamientos de otros estudiosos que, desde que comenzaron su carrera profesional, partieron del mismo axioma forzado: la indiscutible existencia del "arte mozárabe". Cuando un investigador comienza su carrera ofreciendo en una publicación de reputación indiscutible un estudio sobre "arte mozárabe" se le abren muchas puertas, pero también se le cierran otras muy importantes: no podrá asumir que se equivocó porque ello supondría menoscabo de su prestigio profesional.
Supongo que para Gómez-Moreno la existencia de elementos bizantinos en las iglesias mozárabes debía ser "cosa natural" puesto que está documentada la existencia de artífices bizantinos en la ampliación de al-Hákam II, pero, obviamente, no es lo mismo que esas influencias aparecieran durante la segunda mitad del siglo X, asociadas a comunidades cristianas emigradas de Córdoba, que junto a monjes inquietos movilizados antes de la llegada de los artesanos bizantinos.
Por supuesto, cabía otra posibilidad, que se convirtió en clavo ardiendo al que se sumaron muchos estudiosos; puesto que no es factible la relación directa a principios del siglo X, los rasgos "bizantinos" de estos capiteles deben interpretarse como el resultado de una supuesta voluntad de imitación o copia. Y para substanciar esta interpretación, contaríamos, con los pocos ejemplos netamente bizantinos aparecidos en la Península y, para lo que nos ocupa ahora, con el capitel de Wamba.
Sin embargo, desde los resultados proporcionados por las excavaciones de la iglesia, por si no fuera suficiente con lo que dicen los propios capiteles, se refuerza lo expuesto en la lápida fundacional y con ello se abre la posibilidad de que también los capiteles del pórtico pudieran ser reutilizados...
Pero recuperemos el impecable discurso descriptivo de Gómez-Moreno:

"En el tramo de pórtico más antiguo sus siete columnas tienen fustes de caliza; pero las basas, capiteles y cimacios son de mármol blanco y exactamente iguales entre sí: las basas son áticas; los capiteles, corintios, de tipo especial y con sogueado collarino; los ábacos forman tres baquetoncillos y nácelas entre medias. Es de notar que un capitel lleva cierto remiendo por abajo, no menos antiguo, y en él esculpida pequeña ave picando un racimo. El alto de estos capiteles es de 26 centímetros. En la ventana del hastial del mismo pórtico su columnilla es de igual tipo, toda de mármol, sin cimacio y con hojas lisas picudas su capitel. 
Hay más: en la parte moderna y postiza del pórtico, otros cinco capiteles mayores —como que miden 39 centímetros de alto, excepto uno que sólo llega a 34 — son corintios, con hojas gallardísimamente
retalladas, a biseles como siempre, y sogueado su collarino. Son de la misma escuela que los precedentes, pero mucho más bellos, y todos corresponden a un taller bizantino que abasteció de piezas tales los edificios leoneses de hacia 920 a 940, a saber, Mazote, Hornija, Bamba, Sahagún, Peñalba y acaso Eslonza. Reconócese que estos cinco pertenecieron a edificio de tipo bizantino, con pilares y columnas tangenciales a los mismos, pues llevan una cara lisa y vertical para adherirse al muro. Uno de ellos se corona con cimacio propio, exactamente como los del primer tramo. Un sexto capitel igual, pero destrozado, hay en el almacén, juntamente con trozos de otro y de un cimacio, y por último, en el parteluz de la ventana de la torre, que cae sobre la puerta susodicha del dintel esculpido, hay otro bello ejemplar, de diverso tipo, aun dentro de la misma serie."

En efecto, el pórtico de Escalada contiene capiteles que, excluido el afín a los del interior, definen, a grandes rasgos, dos grupos de ciertas coincidencia tipográficas.

Capitel de la zona occidental del pórtico
Primer grupo del pórtico.  Los capiteles occidentales.

Son similares a los de Peñalba. Ofrecen una estructura que responde a la tradición grecorromana con peculiaridades singulares. Reconociéndolos desde lo inferior, el primer elemento interesante aparece en el collarino "laureado", que parece seguir tradiciones documentadas en el noroeste de la península Ibérica, donde fueron muy frecuentes los capiteles con collarino, por lo general abocelado. La fórmula de éstos y sus "parientes", que veremos enseguida, guarda estrecha relación con los motivos laureados que suelen aparecer en lápidas funerarias y en relieves cristianos de los siglos V y VI.
Asimismo, ofrecen una volumetría sensiblemente afín a los capiteles de tradición romana: se aprecia con claridad la parte lisa del cálato en la zona superior y un ábaco de escaso espesor, pero fuertemente articulado, según fórmula que creo exclusiva de la región donde han aparecido la mayoría, sensiblemente coincidente con la antigua diócesis de Astorga. Parecen concebidos para formar parte de una articulación constructiva y estructural afín a la documentada por la fotografía adjunta (superior) y por el capitel suplementado de Mazote. Dicho de otro modo: son capiteles creados para soportar cimacios de perfil envolvente troncopiramidal, seguramente los mismos que les acompañan u otros parecidos y, de ese modo, colaborar en el proceso de concentración de esfuerzos propio de las estructuras romanas y tardorromanas. Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña fueron construidas mediante esa articulación arquitectónica, pero no la parte interior de San Miguel de Escalada, como quedó dicho.
Están ornados mediante diseños vegetales estilizados, realizados mediante un tipo de talla parecido al usual en las zonas de influjo bizantino desde el siglo V (ver, a modo de ejemplo, el detalle del arquitrabe del Museo Bizantino de Atenas, atribuido al siglo V), de escaso volumen pero de ejecución muy cuidada, donde se aprecian huellas de trépanos de cabeza cónica y de diámetros muy variados. Son, en definitiva, obras que sólo pudieron ser realizadas por talleres de cierta sofisticación, que contaran con repertorios de herramientas muy variados, comparables a las que documentan los capiteles califales posteriores al año 929. Y de ello deriva otra circunstancia importante: no tiene mucho sentido que en un contexto rural y marginal, anterior a la eclosión califal, aparezcan procedimientos que sólo serán posibles dentro de una sociedad estructurada y poderosa, que cuente con medios tecnológicos de cierto nivel.

Arquitrabe del Museo Bizantino de Atenas, siglo V (detalle)
Cuentan con dos coronas de hojas de diseños variados, que unas veces se acercan a los modelos de influencia oriental (corintios asiáticos) y otras a fórmulas más frecuentes en las variedades corintizantes, caulículos con cáliz extremadamente reducido y volutas angulares perfectamente diseñadas; carecen de florón central y, obviamente, de los elementos "vegetales" asociados.
En este caso, las hojas de la corona baja componen juegos de doble articulación perceptiva, porque en la unión de aquellas aparecen palmas invertidas completas, que disputan protagonismo a las "hojas naturales", según la organización tradicional de orden corintio.
Las coronas superiores marcan diferencia con los de Peñalba, porque los de aquí están decorados mediante hojas de foliolos descendentes y alargadas; los capiteles de Peñalba ofrecen el mismo diseño de hoja en la segunda corona que en la primera. Estas modalidades decorativas son frecuentes en el contexto oriental, de modo que pasarán a formar parte del repertorio ornamental que se difundirá por buena parte de Europa a partir del siglo XI asociado a las corrientes románicas, que se hicieron eco de las fórmulas antiguas y de la recuperación formal que se manifestó en las zonas "griegas" a partir del siglo X. En Italia son frecuentes los capiteles tardíos (siglos XI, XII) que podrían parecer hermanos de éstos: la cripta de la Catedral de Parma contiene un repertorio muy interesante en ese sentido; Módena también ofrece fórmulas comparables a las de Escalada. Algunos autores han aprovechado ese paralelismo, acreditado también en el románico francés y en Cataluña (Cornellá) para argumentar que en la península Ibérica se pudo manifestar un fenómeno "receptivo" comparable... ¿Es posible que llegaran a la zona leonesa comunidades de escultores italianos o bizantinos durante el siglo X? Posible sí; pero muy poco probable.
Los cimacios de los capiteles occidentales son similares a los de Santiago de Peñalba y, más concretamente, al de la puerta (los demás poseen cimacios "entregos"), de perfil muy tendido y escasamente decorados con incisiones transversales reforzadas con trépanos de cabeza fina, que acaso aludan a un contario sumario. A mi juicio informan de la existencia de concepciones arquitectónicas y estructurales diferentes a las conocidas en Peñalba y Lebeña, puesto que en estas iglesias casi todos los cimacios estaban adosados a los muros perimetrales. Muy probablemente, el fenómeno cultural que alumbró estos objetos de ornamentación arquitectónica se concretó también en iglesias con capiteles exentos, es decir, con organizaciones basilicales, afines a las de San Miguel de Escalada; es decir, no todos los capiteles de este tipo fueron creados para ornar iglesias de planta de cruz griega como Santiago de Peñalba o Santa María de Lebeña.

Capitel de la cripta de la catedral de Parma

Capitel de la cripta de la catedral de Parma
En este grupo de capiteles afines a los de Peñalba existe uno anómalo, que carece del conjunto definido por los caulículos, el cáliz y las volutas angulares exteriores. Por lo demás, apenas ofrece diferencias con sus compañeros.

San Miguel de Escalada, capitel de la zona accidental
Segundo grupo. Los capiteles orientales

Son estructuralmente idénticos a los anteriores y también fueron concebidos para soportar cimacios de perfil similar a los que tenían los occidentales; de hecho, uno de ellos, el más oriental, está asociado a uno parecido a los de la otra serie. Pero frente a lo que sucedía con éstos, el resto de los orientales soportan cimacios de factura sencilla que, muy posiblemente, fueron tallados ex profeso para regularizar la altura del pórtico. Sin embargo, los de este conjunto ofrecen una peculiaridad que convierte en forzada la argumentación de Gómez-Moreno para situar su talla en el momento de realización del pórtico: todos ellos fueron concebidos como capiteles adosados ("entregos"), es decir, para cumplir función similar a la mayoría de los de Santiago de Peñalaba; de ello informa taxativamente una de las cuatro caras lisas (ver imagen adjunta). Para reforzar aún más su carácter y el de los fustes, raro es el conjunto que ofrece correspondencia razonable entre los diámetros de los collarinos y los de los fustes.


San Miguel de Escalada, capitel de la zona oriental
Aunque cambian los revestimientos ornamentales, en éstos aparecen fórmulas también próximas a las tradiciones orientales e, incluso, a las documentadas en Siria o en Egipto en tiempos de hegemonía cultural bizantina. Sobre todo en Siria se pusieron de "moda" hojas de acanto con foliolos muy alargados, casi como peines; no obstante conocemos precedentes tempranos, incluso en Ostia, con fórmulas semejantes. Frente a lo que ofrecían los capiteles occidentales, en éstos se elude el juego de ambigüedad perceptiva para enfatizar el perfil "tradicional" de los acantos o para lanzar soluciones más "barrocas" o de pretensiones virtuosistas en el ahuecado del eje de las hojas.
Para concretar los posibles paralelos, he elegido dos capiteles coptos (ver imágenes adjuntas) de Baouit y dos de Osios Loukas, para haber un guiño a quienes insistan en fechar los de Escalada en el siglo X. Los de Baouit están fechados en ciclo bizantino por los estudiosos del Museo del Louvre; en cambio los de Osios Loukas, según indica la cartela correspondiente, fueron situados en los siglos X-XI. A mi juicio, estos griegos muestran un modelo más próximo a los tardorromanos (corintios asiáticos) que los españoles o los egipcios: en ese sentido informa la existencia de florón del ábaco con pedúnculo perfectamente definido y la acanaladura del frente del ábaco que, en planta, sigue fórmula romana; el modelo de acanto se aproxima bastante al de varios capiteles aparecidos en el noroeste de la península Ibérica (sobre todo, en Oviedo).
Sea como fuere, los capiteles del pórtico de Escalada no presentan relación firme con piezas conocidas de al-Ándalus: no conozco ningún capitel en la mezquita mayor que se aproxime a la concepción estructural de éstos. Las relaciones que, en ocasiones, se formulan para explicar su "mozarabismo" suelen ser paralelos formales de detalle y casi siempre forzados. Obviamente, es sencillo encontrar paralelismos, por ejemplo, de las palmetas de la serie occidental o de las volutas de los orientales, porque son elementos del repertorio ornamental mediterráneo desde los tiempos míticos de Calímaco.

Capitel de Baouit (Museo del Louvre)

Capitel de Baouit (museo del Louvre)

 Osios Loukas, ¿Siglos X, XI?. Por sus cualidades estructurales, debería ser muy anterior (entre los siglos IV y VI)
Además de los capiteles del pórtico, existen dos más en sendos parteluces y algún otro fragmentado; uno de éstos es similar a los de la zona occidental y el otro carece de ornato "vegetal", según modalidad que también testifica otro capitel conservado en San Román de Hornija, que durante años permaneció pintado según fórmula grotesca.
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San Miguel de Escalada; capitel reaprovechado de hojas lisas (sin cimacio)

Lo que dicen los capiteles 

Los capiteles nos dicen que los constructores de San Miguel de Escalada emplearon piezas relacionadas con varios momentos culturales:

a) El conjunto tardorromano, compuesto por los dos afines y el que repite fórmula conocida en el noroeste de la Península (LME 07, LME14, LME08). Podrían relacionarse con la fase tardorromana que apareció en los trabajos de excavación.
b) Varios (4 o 5) de cronología dudosa, que podrían pertenecer al segundo momento premozárabe documentado mediante la excavación del interior (¿siglos VII-IX?) o a un tallista de concepciones diferentes a los que esculpieron los demás (¿siglo X?)
c) El conjunto de collarino laureado que ofrece piezas procedentes de edificios de concepción diversa; los orientales, concebidos como adosados, pertenecerían a una iglesia similar a Santiago de Peñalba, es decir, de estructura centralizada. El resto podrían haber formado parte de una iglesia de planteamiento basilical, similar a San Miguel o a la de Mazote. Todos ellos deberían relacionarse con las iniciativas de Martín de Braga, al margen del poder visigodo, durante el siglo VI.
d) Los que fueron realizados al tiempo que se construyeron los muros, es decir, a principios del siglo X: todos los demás del interior y el que separa a los orientales de los occidentales en el pórtico.

Desde el análisis de los elementos de ornamentación arquitectónica, San Miguel de Escalada se ofrece como una iglesia concebida durante el siglo X, según fórmulas de reutilización de materiales comparables a la empleada en las primeras ampliaciones de la mezquita mayor de Córdoba, pero con diferencias de pretensiones y escala obvias. Descartada la relación directa y forzada del arco de herradura con el influjo andalusí, no creo que se pueda enfatizar demasiado la relación cultural de lo promocionado por las comunidades religiosas de emigrados con lo cordobés. Algo sugiere la lápida en este sentido, puesto que parece obvio que los monjes debieron contar con mano de obra local: "Fueron concluidas estas obras en doce meses, no por imposición autoritaria ni oprimiendo al pueblo, sino por la vigilancia insistente del abad Alfonso y de los frades".
Asimismo, tampoco creo que se pueda exagerar la relación con lo bizantino; desde el análisis de los capiteles habría que hablar de cierto influjo de esta naturaleza que, sin embargo, en el eje Mazote-Escalada, se manifiesta efímero, puesto que en estas dos iglesias aparecen piezas de clara relación con lo oriental, pero que no trasciende a la articulación arquitectónica. De hecho, tanto en Escalada como en Mazote sólo se emplean cimacios cuando los constructores encontraron restos de esa naturaleza; para resolver el mismo problema estructural, los artífices recurrieron a procedimientos próximos a la articulación columna-cimacio-arco pero sensiblemente distintos y escasamente refinados. En ambas iglesias los constructores no emplearon los cimacios para hacer converger las cargas según la inclinación determinada por los planos envolventes; sencillamente los usaron para ganar altura. Se diría que los constructores recurrían, sobre todo, a fórmulas anteriores a lo islámico y también a dicho influjo oriental, que deberíamos relacionar con el rezago hispanorromano del siglo VI, es decir, con el poso de la romanización, en proceso de disolución progresiva.

Capitel del pórtico (zona occidental)
Reconsideración sobre los capiteles del pórtico

Está clara la relación concreta y específica de los capiteles del pórtico con el influjo bizantino, que también acreditan algunas piezas de Mazote y, sobre todo, las de Santiago de Peñalba y Santa María de Lebeña, donde forman parte de una articulación arquitectónica y estructural propia de las fórmulas orientales. No obstante, también en ellos se advierte el mismo fenómeno reflejado por la arquitectura: son piezas de eventual influencia oriental que, sin embargo, se diluye en cuanto los tallistas se alejan de los modelos (Wamba y algunos de Mazote) y recurren a fórmulas netamente tardorromanas o a propuestas de origen más difuso, como el mantenimiento del collarino, la recuperación de estructuras derivadas del orden corintio y el uso de ábacos de diseño singular.
Desde lo que proporciona el estudio de esta iglesia, podemos replantear las observaciones de Gómez-Moreno sobre la serie de "capiteles bizantinos":

1. No tiene sentido seguir diciendo que los capiteles del pórtico de Escalada son "copias" medievales (del siglo X) realizadas a partir de "modelos bizantinos", expresamente para esta iglesia. Por supuesto, lo mismo podríamos decir de todos los afines.
2. Por las razones expuestas, todos los capiteles del pórtico menos uno y los que reconoció Gómez-Moreno del interior, son piezas de acarreo que, en consecuencia, debieron ser realizados antes de la llegada de los musulmanes; es decir, el año 711 define una frontera histórica clara para establecer el momento más moderno de su talla. Las dos fases documentadas en las excavaciones ofrecen dos momentos que encajan bien con las dos fases que polarizan la mayor cantidad de piezas: las piezas reutilizadas del interior y el cimacio-lápida pueden ser de los alrededores del año 400, mientras que los de collarino laureado y los otros dos cimacios del interior deben situarse en el siglo VI, en un contexto histórico ajeno, en principio, a la ocupación visigoda de esta zona.
3. Para refuerzo de esta valoración, también es obvio que los capiteles del pórtico de collarino laureado (o sogueado) no poseen cualidades formales que materialicen la hipotética relación con lo andalusí, que debería corresponder a una aportación cultural mozárabe; ni tan siquiera con lo "supuestamente andalusí" (taller del siglo IX, según Gómez-Moreno al que dedicaré un entrada próximamente).
4. Descartada la relevancia que Gómez-Moreno otorgaba al arco de herradura en el juego de influjos culturales, sí es obvia la relación con lo andalusí en un aspecto que, a mi juicio, se ha enfatizado poco: la fórmula constructiva documentada en esta iglesia se parece mucho a la que se empleó en las primeras fases de la mezquita mayor de Córdoba: no repudiar el uso de ornamentos arquitectónicos procedentes de otros edificios. Por supuesto, sin que ello suponga alcanzar la sofisticación estructural de ésta. Es razonable imaginar que los monjes emigrados dieran instrucciones sobre lo que debían construir los habitantes de la zona, aludidos indirectamente por la inscripción fundacional, pero los resultados, inevitablemente, estarían condicionados por las capacidades de éstos; de ahí los rasgos "populares" (heterogeneidad de materiales, recursos y procedimientos) que acredita el edificio.
5. Los capiteles de collarino laureado reflejan relación clara con las variedades bizantinas de Mazote, a su vez, muy vinculadas con fórmulas estrictamente bizantinas, pero con el mencionado tipo de collarino, que parece ser rasgo específicamente hispano, relacionado con los usos documentados en el noroeste de la península Ibérica desde, al menos, el siglo IV.
6. Por su vinculación a los cimacios de envolvente troncopiramidal, deben ser relacionados con concepciones arquitectónicas relativamente ajenas a "lo cordobés" y, desde luego a lo que ofrece el interior de la propia iglesia, pero muy próximas a las fórmulas bizantinas de los siglos V y VI, que están documentadas en el pórtico de Escalada, en Peñalba y en Lebeña.
7. Desde las observaciones de Gómez Moreno, es tentador ofrecer una explicación prosaica para entender por qué no se emplearon los capiteles más ricos en el interior... siguiendo las pautas indicadas por la lápida fundacional. Los monjes pudieron limitarse a emplear lo que tenían más a mano para levantar la iglesia rápidmente; una vez acabada ésta, tendrían tiempo sobrado para ampliar la rebusca de piezas o para trasladar las que estuvieran más lejos... tal ven en Sandoval o en alguno de los otros monasterios próximos, cuyos restos han acabado en las salas del Museo Arqueológico de León o en instituciones religiosas repartidas por la provincia.

Capitel del pórtico (zona oriental)
 Para finalizar

Los capiteles del pórtico, así como todos los afines conocidos, repartidos por el territorio de la antigua diócesis de Astorga, son difíciles de evaluar con precisión, porque es complicado encontrar paralelos exactos en todo el universo Mediterráneo (al menos, yo no los conozco). Pero sería absurdo esperar que aparecieran esos paralelos porque hablamos de fenómenos que sucedieron en tiempos de gran dispersión cultural. No obstante, en este caso concreto y gracias a la confluencia de múltiples indicios, algunos muy claros, la situación medular parece nítida, aunque de ella se derive la incómoda necesidad de replantear buena parte de la historia del arte durante la Alta Edad Media de la península Ibérica. Algunos investigadores llevan muchos años intentándolo... contra viento y marea, para superar las contradicciones derivadas de las teorías de aquellos estudiosos, demasiado apoyadas en lo formal, que en todo caso merecen el reconocimiento más solemne por su labor; si no hubiera sido por ellos, muchas de estas viejas edificaciones habrían desaparecido.

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