lunes, 2 de marzo de 2015

El imperio de la veladura

Mapfre lleva algún tiempo ofreciendo exposiciones en su “sala Recoletos” con gran éxito de público y, por supuesto, también con el reconocimiento de los medios de comunicación, siempre elogiosos con tan desinteresada labor de divulgación estética; en ocasiones, dicha sede ofrecía los conjuntos estéticos más relevantes de la capital… Y sin embargo, basta darse una vuelta por las salas de dicha institución para advertir algunas anomalías mencionadas en este blog; la más importante, a mi juicio, la altura de algunas salas, insuficiente para iluminar las obras, que se convierten en molestos reflectores; el resultado es particularmente nefasto cuando el tamaño de las obras acentúa ese efecto.
Sin embargo, los visitantes, en inmensa mayoría mayores de 50 años, disfrutaban de lo lindo... Ante un desnudo femenino, un señor de más de 65 años comentaba en voz alta que los personajes no tenían juanetes. Un anciano nervioso, que entró en la exposición con lápices y un cuaderno DIN A3, se movía por las salas con vicacidad, como si buscara algo para copiar; sin embargo, minutos después continuaba deambulaba deteniéndose a charlar con quien le prestara atención. La gente se arremolinaba ante los desnudos más sensuales, para poner de manifiesto, una vez más, el éxito “estético” de ciertos tipos de imágenes construidas bajo el imperio de la veladura...


Me han hecho sonreír muchos de los paneles y, sobre todo, la indicación introductoria publicada en la página web:

A lo largo del siglo XIX, el Salón de París exponía de manera preferente las pinturas académicas, realizadas según los grandes géneros de la pintura tradicional: la historia, la mitología, la religión o el retrato. Todos ellos respondían a la norma del buen gusto artístico, dictado por la Academia de Bellas Artes de París, que sentaba sus bases en el estudio del desnudo, la corrección estilística, el dominio del dibujo sobre el color y el equilibro de las composiciones.
Los artistas académicos han sido vistos tradicionalmente como contrapeso del arte realista e impresionista, aquel que acabaría desembocando directamente en las vanguardias del siglo XX. Hoy podemos decir sin embargo, que pintores como Jean-Léon Gérôme, Alexandre Cabanel, o William Bouguereau trataron de modernizar la tradición académica desde dentro, haciendo evolucionar el género,  y dando nuevas respuestas a la sociedad burguesa entonces en irrefrenable progresión, dentro de un mundo,  también, en continua transformación y cambio.
Propuestas como El canto del cisne resultan una novedad en el panorama internacional; la exposición presenta por vez primera una selección de las grandes obras de los pintores académicos en los salones parisinos del siglo XIX, poniendo de manifiesto que este tipo de pintura, espléndida y refinada, heredera de la tradición, representa una de las páginas más brillantes de la historia del arte. El recorrido por la muestra ofrece una ordenación por géneros, similar a las consideraciones del propio Salón de París, lo que pone de relieve su ambivalencia: su capacidad de dialogar con la tradición y dar, a la vez, expresión artística a los cambios y tendencias de su tiempo.

Hermosa manera de acotar lo que, a partir de un momento indeterminado próximo al 1.900, comenzó a considerarse artesanía. Sin embargo, la aceptación de esa idea en los ambientes bien informados no fue inmediata: aún hoy son numerosos quienes, dentro de los ambientes de formación estética elevada, consideran que la aparición de las vanguardias no cerró las posibilidades de las corrientes académicas. De hecho, la mayor parte de los creadores del siglo XX mantuvieron casi todos los "principios" académicos que superposieron a las formas creativas substanciadas por las vanguardias. A partir de 1912 muchos creadores trabajaron según "la fórmula cubista" aplicando criterios de valoración estética idénticos a los dictados por las "Academias", por supuesto, sin voluntad de verosimilitud. Matisse lo explicó perfectamente cuando definió su particular manera de entender la "expresividad" y otro tanto sucedió y sigue sucediendo con quienes, a partir de su magisterio, continúan "enseñando" a pintar como los expresionistas abstractos, a trabajar en poéticas (procesos) objetuales o a diseñar como los minimalistas o, incluso, como los artistas posmodernos o pos-posmodernos. Lo explicó perfectamente Bonio Oliva hace muchos años...
En todo caso, dejando a un lado la situación de quienes tienen elevada formación específica, aunque durante el siglo XX, el desarrollo estético sobrepasó algunos planteamientos de las academias decimonónicas, siguen siendo muy numerosos quienes conservan entre sus valores culturales una suerte de vulgarización de las ideas académicas, categorizable con una ecuación que ya he mencionado en este blog en varias ocasiones:

arte = belleza (“bonito”)+ habilidad manual +verosimilitud

Para regocijo de clientes del Imserso, mayoritarios entre la concurrencia, y de ciertos diletantes, ahí estaba La source, aquella obra que sirvió a R. Arnheim para sintetizar la idea de tensión visual y que, por su naturaleza y cualidades formales, debería infundir prudencia a quienes, desde la paradójica sacralización de R. Berthes, entienden el proceso histórico que culminó en las vanguardias, como un camino irreversible e irrenunciable, para los partidarios del progreso cultural. Francamente, cada vez tengo menos claro que dicho camino haya cumplido los requisitos mínimos de lo que la idea de “progreso” supone. Y no lo tengo claro por una circunstancia marginada por los mandarines oficiales: los presupuestos estéticos desarrollados en paralelo al arte de vanguardia apenas son aceptados y compartidos por quienes “viven” de ellos.

4 comentarios:

  1. Lei con interes su disertacion critica sobre "los valores culturales" y la supuesta "ecuacion-categorizable".Me encuentro ciertamente avergonzado de no haberme dado cuenta de mi falta de principios a la altura de la epoca,estoy atrasado tanto estetica-como culturalmente.moralmente.Con el fin de actualizarme culturalmente y entrar en el territorio de la progresia cultural moralmente aceptable en nuestross dias me gustaria me facilitaran los que estan bien informados a ser posible sin emitirme factura la nueva "ecuacion" que debo comprender y que me estoy perdiendo.agradecido de antemano un humilde caballero del imserso "diletante".gracias por su respeto y prejuicios.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Para empezar debo dejar constancia de que pertenezco al grupo de edad mencionado y que el comentario no implicaba otra voluntad que la meramente descriptiva.
      ¿La nueva ecuación? En la actualidad, en este preciso momento, el arte, tal y como se define en las instituciones especializadas, cada vez está más cerca de ser una categoría sociológica definida por unos "expertos" (profesionales del arte contemporáneo) cada vez más cerca del poder económico. En este mismo blog he desarrollado esta idea con cierta amplitud...

      Eliminar
  2. Esos teoricos que empezaron a considerar a Bouguerreau artesania , ya estan criando malvas y pasaron a mejor vida y no le importan a nadie mientras que algunas de las obras de este artista , seguiran ahi en el futuro por mucho tempo, esta es la sutil pero cabal diferencia entre la realidad y el opinar.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Mucho me temo que la pintura del siglo XIX sigue estando muy mal "considerada" en los ambientes relacionados con lo que hoy se entiende como "arte contemporáneo". Y lo que es peor: sucede algo parecido entre los historiadores del arte especializados en arte "tradicional" (anterior a la Revolución Industrial).

      Eliminar