domingo, 15 de marzo de 2015

La via pulchritudinis al borde del colapso.

Pareciera un título sensacionalista si no fuera porque se acerca mucho a lo previsible en un plazo breve; es posible que esta misma primavera la dirección de los Museos Vaticanos tenga que tomar medidas extraordinarias para evitar consecuencias más o menos penosas, no sólo para la conservación de las obras, que son mucho más importantes que las personas. ¿O no?
Cuando la marejada de turistas no ha llegado a la culminación de la temporada alta, ya es difícil recorrer las salas con la tranquilidad implícita en el planteamiento definido por el propio museo:

(...) "Se necesitará tiempo, mucho tiempo, para visitar, entender y recordar todo. Mi deseo (el texto está firmado por el director del museo) es que vuelvan más veces a las colecciones históricas del Papa y que, cada vez, sea un enriquecimiento precioso y una visita inolvidable. No cabe duda de que quien viene por primiera vez, aunque sólo durante una hora, al pasear por los Museos Vaticanos, puede y debe captar su carácter múltiple, variado y, al mismo tiempo, universal. Si al salir de los Museos Vaticanos, que se encuentran a la sombra de la cúpula de San Pedro, habrán percibido el respeto, la atención y el interés histórico de la Iglesia de Roma hacia el Arte de todas las épocas y en todas sus formas, hacia todo lo que ha salido, durante los siglos, de las manos del "homo faber", único ejemplo que lo hace semejante a Dios Creador, la visita no habrá sido inútil. Habrán comprendido lo esencial: es decir que los Museos Vaticanos representan la identidad de la Iglesia Católica, y con su peculiaridad plural y universal, expresan la historia y su destino. ¡Bienvenidos, pues, estimados visitantes! Espero que disfruten de una visita inolvidable y provechosa. A cada uno de ustedes les deseo un recorrido por los Museos Vaticanos que represente un itinerario intelectual y espiritual a lo largo del camino que Benedicto XVI llama "via pulchritudinis", la vía de la Belleza. "


De hecho, hace más de un año, cuando se hicieron públicas las cifras de visitantes del año 2013 (cerca de 5 millones), fuentes del propio Vaticano se mostraron preocupadas por la imposibilidad de ofrecer una experiencia estética razonable... Sin embargo, no parece que hayan sido muy diligentes, puesto que los gestores vaticanos parecen haber han tomado ejemplo de la estrategia pasiva de los actuales gestores del Museo del Prado. También aquí las penalidades purificadoras comienzan en ese rito de transición que denominamos "cola"....
Se pueden sacar entradas de tres formas diferentes: a través la agencia de viajes, reservando por internet o adquiriendo directamente la entrada en las taquillas. Obviamente, los gestores otorgan prioridad a los dos primeros grupos y, en consecuencia, llegar al majestuoso hall se convierte en un viacrucis que puede tener a los diletantes entre dos y tres horas cubriendo estaciones a la sombra de las muy prepotentes murallas vaticanas. Las horas de preparación y agonía para la plenitud posterior trascurren entre el viale Vaticano y la via Leone IV; supongo que en temporada alta, la acumulación de turistas podría llegar a colapsar la Plaza del Risorgimento, nudo comunicaciones importante de la capital italiana. Es imposible determinar el tiempo exacto de espera, pero en todo caso es suficiente para afrontar los retos de una experiencia tan sublime como la proporcionada por la Capilla Sixtina, porque es sabido que dichas experiencias se afrontan mejor con los músculos y los huesos macerados
Acaso por ello, se advierta una peculiaridad relativamente anómala en estas instituciones: en el viale Vaticano prevalecen personas más jóvenes de lo que encontraríamos ante el Museo del Prado y orientales, muchos orientales que, como es sabido, son más resistentes a las nóminas bajas y a las penalidades físicas.
En el tedioso y ensimismado ambiente de espera, recogen sus frutos "agentes" de agencias que garantizan acceso inmediato al Templo sumándose a los grupos que entran para hacer visitas guiadas, por supuesto, con un substancial incremento de minuta... La picaresca no se detiene ni a las puertas de los templos, especialmente, ni a las puertas del Templo.
Supongo que más tarde o más temprano y aunque parezca paradójico, se impondrá el pragmatismo de la diplomacia vaticana, se planteará el problema y se resolverá racionalmente; por fortuna, dada la configuración de las salas actuales y dadas las posibilidades del entorno sacro-palaciego y, más concretamente del "Patio de la Piña", la solución ha de ser más sencilla que en el Louvre.

Por fortuna, aún son posibles experiencias para descreídos y se pueden contemplar con cierta tranquilidad las obras del Octágono, aunque no sé si esa situación se mantendrá por muchos días durante este mismo año... El Laooconte seguía esperando el regreso penitente de Lessing por atreverse a enfatizar las diferencias entre pintura y poesís... sin despertar especialmente la atención de los turistas, acaso obsesionados por llegar a la Capilla Sixtina, que es el destino priorizado por casi todas las señales y por un plano que ofrecen a la entrada y que no sé si está concebido para ayudar al turista o para complicarle la vida.
Por ventura, los gestores de los museos vaticanos no han tomado ejemplo del Museo del Prado ni de las ideas del arcipreste de Santa María de Lebeña, y continúan consintiendo la realización de fotografías, por supuesto, sin el uso de trípodes, flashes ni "palos de selfie", salvo en la Capilla Sixtina...

Apolo de Belvedere, detalle
El aspecto museístico

Los Museos Vaticanos continúan siendo el desastre que recuerdo de cuando era posible visitarlo sin hacer cola salvo cuando llegaban las "turbas" de los cruceros y de cuando, en otras circunstancias personales, me era posible traspasar las fronteras que ponen a los turistas. ¡Qué tiempos aquellos!. Las reformas "recientes", acaso concebidas para conseguir fluidez circulatoria, no creo que hayan tenido en cuenta un crecimiento tan radical de la cifra de visitantes. Parece claro que para que los visitantes acudan masivamente a un museo no es imprescindible, ni tan siquiera necesario, que ofrezca unas instalaciones modélicas; lo más relevante es que ofrezca "cosas" mitificadas.
Entre lo más discutible de la instalación museística está, obviamente, el planteamiento divulgativo, demasiado irregular y, en algunos casos, sesgado hacia la función pastoral, que parecen algo forzados teniendo en cuenta el perfil dominante de quienes paseamos por sus salas. La inmensa mayoría de las piezas ofrecen cartelas con escasa o nula información; apenas están aceptablemente documentadas las más relevantes. En ese sentido, destaca la "zona" Chiaramonti, que más parece almacén de chmarilero del siglo XVIII que museo del siglo XXI; comprendo que tenga cierto interés mantener ciertas instalaciones por su valor histórico, pero muchas de las obras expuestas requieren aclaraciones que permitan compensar las alteraciones no siempre "bien" justificadas. Los celosos conservadores vaticanos no se imitaron enmendar a la plana a Miguel Ángel...
Tampoco parece muy cuidada la climatización, que recuerda fórmulas rusas: cuando hace frío se cierran las ventanas; en verano, se abren...
Las instalaciones complementarias de los Museos Vaticanos, diseñadas al margen de la crítica evangélica a los mercaderes del templo, parecen concebidas para que el turista se deje el dinero con las menos contrapartidas posibles: los recuerdos (incluso los religiosos) me parecieron caros; el restaurante, manifiestamente mejorable y con precios comparables a los que ofrece la mayor parte de los restaurantes romanos para turistas...


Aunque desde "siempre", algunas zonas ofrecían ciertas acumulaciones de público, no recuerdo nada parecido a lo observado hace poco en la "sala de los mapas", donde los visitantes se acumulaban en circunstancias comparables a los tumultos de las horas punta en el metro de cualquier gran ciudad.
Más pronto que tarde los gestores estarán obligados a cambiar el actual planteamiento, concebido para que los visitantes den un paseo por las salas de las diversas secciones y finalicen en la Capilla Sixtina, por otro más abierto. Para ello deberán encontrar alguna fórmula para diversificar las referencias míticas, acaso replanteando el modo de ofrecer las obras del Octágono... Y no sé si ello es posible en poco tiempo.
El "rito estético" que, tras las horas de penitencia permite recorrer el camino que conduce al clímax de la Capilla Sixtina, toca a su fin, aunque este espacio, que pretende emular al Templo de Salomón, seguirá siendo lo que hoy es: santuario de frescos más celebrados y notorios del arte occidental, aquellos que condensan la culminación de los paradigmas culturales y formales del Renacimiento, según éstos fueron entendidos e interpretados en el ambiente de Julio II. Ante ellos se sigue celebrando uno de los ritos más importantes de la Iglesia Católica: la elección papas. Pero no sé si existe oposición o confrontación dialéctica entre unos ritos y otros, porque acaso ambos fenómenos responden a las mismas necesidades psicológicas del ser humano.


¿Calidad pictórica?

Paradógicamente, las pinturas fueron realizadas por un escultor...  Contemplado el asunto con un poco de malicia, se "comprende" que El Greco juzgara a Miguel Ángel como un pintor de escasos recursos, por decirlo con poca acritud... Por fortuna, casi todos los actuales visitantes de los Museos Vaticanos y los príncipes de la Iglesia tienen mayor formación pictórica que El Greco y saben apreciar las bondades de su peculiar manera de interpretar la escenografía católica... Lo importante no es la calidad pictórica, sino la potencia mítica. Con 500 años de distancia, aún sorprende que los prelados pensaran en un escultor para hacer un trabajo de pintura... o no tanto: acaso fuera más adecuado contar con un escultor si lo que se pretendía era conseguir un efecto volumétrico, es decir, que reforzara la percepción espacial de la representación (es decir, la capacidad de transmitir "verosimilitud"). De otro modo se entendería mal una composición como la del Juicio Final, dominada por un abigarramiento más propio del mundo medieval que de las concepciones derivadas del magisterio de los pintores del Cincuecento; y no creo que los méritos deriven exclusivamente del tamaño y de la dificultad intrínseca del fresco porque en arte la valoración suele depender del perfil ideológico de quién lo emite. A lo mejor mi apreciación está equivocada, pero el Juicio Final no me parece la culminación del Renacimiento (ese honor podría corresponder a la obra escultórica de Miguel Ángel y a las mejores de Tiziano) sino todo lo contrario, el reflejo de la voluntad de los príncipes católicos por imponer a sus servidores que emplearan los "nuevos conocimientos", para ponerlos al servicio de los principios que siempre habían impuesto a los fieles; no puede ser una casualidad que encargaran a Miguel Ángel un programa iconográfico similar a los empleados en las iglesias románicas y, sobre todo, en las góticas, derivado de concepciones cosmogónicas asociadas a las creencias tradicionales. También aquí emerge la contradicción entre las ideas generadas por el desarrollo humanista y las categorías filosóficas y teológicas (Marsilio Ficino y Pico della Mirandola), vinculadas a las formas de poder heredadas de la Edad Media, desde las que se construyeron ciertas formas de expresión estética.
Por otra parte, comparar la obra escultórica de Miguel Ángel con la Capilla Sixtina induce sentimientos desconcertantes. Colocarla junto a las "estancias de Rafael", las obras de Tiziano o de cualquier buen pintor del siglo XVI, aún acentúa el desconcierto. Obviamente no es lo mismo pintar al fresco que sobre caballete pero... A pesar del virtuosismo en el tratamiento de los escorzos, en los frescos del Juicio Final no existe integración compositiva ni proyectiva;  la ordenación espacial no consigue resultados verosímiles a salvo de que nos coloquemos en puntos muy concretos... En suma, contando con los incuestionables valores humanistas, substanciados en los desnudos, la obra se aproxima demasiado a las concepciones flamencas de la centuria anterior y no sé si "por arriba" o "por abajo", pero en todo caso ofreciendo un esfuerzo desmedido por mantener la vinculación entre la pintura y los textos religiosos, es decir, por cristianizar la sentencia de Horacio: pictura ut poesis. Y todo ello cuando la práctica pictórica empezaban a vislumbrar las diferencias "operativas" entre texto e imagen; tan sólo 30 años después del fin de los trabajos nacería Caravaggio...


Con independencia de esas reflexiones, que añaden poco o nada a las cualidades de la obra, es obvio que, en la actualidad, la pintura de Miguel Ángel activa una mitificación más poderosa y de mayor anuencia social que los valores religiosos tradicionales contenidos en ella. Me hizo gracia advertir el celo de los vigilantes por evitar que los visitantes realizaran fotografías, como ante el Guernica, y como si el hecho de robar una imagen de ese Sancta Sanctorum, donde confluyen los valores más profundos del catolicismo y de nuestro actual credo estético, fuera un sacrilegio insoportable. ¿Creerán que si se hacen muchas fotografías las obras perderán sus respectivos espíritus?

Otras cosas

Desde mis intereses "personales", ya acreditados ante tan ilustre institución desde hace muchos años, debo confesar que entre las partes mejor "museadas" deben contarse las piezas del primer arte cristiano, magníficamente acreditadas por una colección de sarcófagos, ofrecidos al público con la información suficiente para "entender" el origen de la iconografía cristina. Recordando asuntos tratados en otras entradas de este blog, me parece oportuno destacar la lápida adjunta, que acredita el uso de laureas en tiempos cristianos, dando continuidad a una costumbre conocida desde época griega y, por supuesto, continuada en el Pleno Imperio.


En el capítulo de la ornamentación arquitectónica, me consta que el Vaticano conserva una importantísima colección: de entre los que es posible ver en los Museos (patio de la Piña), me gustaría destacar los "heterodoxos", que ofrecen un repertorio relativamente variada de fórmulas ornamentales y estructurales, probablemente del siglo I todos ellos, que ilustran una situación menos monolítica de lo que se podría deducir de los comentarios exageradamente precisos emitidos por los especialistas en estos asuntos. Si hubieran aparecido en la mezquita mayor de Córdoba, acaso éstos hubieran sido atribuidos a los talleres "milagrosos" del siglo IX...







Para finalizar

Los Museos Vaticanos seguramente poseen una de las colecciones artísticas más importantes del mundo y, en consecuencia, debieran ofrecer unas instalaciones que estuvieran a la altura de esa cualidad, incluso aunque los turistas no lo demanden ni sea conveniente para el rendimiento económico. Cuando sea imprescindible replantear su diseño museístico, se abrirá una posibilidad que, a mi juicio, no debería despreciarse y que, tal vez, debiera hacerse extensiva a la propia basílica de San Pedro, que también participa del mismo desequilibrio entre las posibilidades impuestas por la actual gestión y el incremento creciente de visitantes. A causa de los sistemas de seguridad que imponen a los turistas, las colas para entrar en la basílica recorren la columnata de Bernini prácticamente por completo. ¿Cuánto tiempo transcurrirá hasta que esta cola, que de momento se mueve con diligencia, se convierta en otro viacrucis?

1 comentario:

  1. Fueron unas 3 horas de cola.Gustosamente pagaria el triple si se me permitiera poder contemplar el conjunto con tranquiidad , pues son obras demasiado complejas como para mirarlas distendidamente.No es un museo de ir deambulando relajadamente, por las dimensiones de los frescos requieren calma y concentracion, cosa que me resulto muy dificil en varias zonas con empleados del museo " canalizandote" como a rebaños por los pasillos ..Que suban las entradas y se reduce el fenomeno a la mitad.

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