jueves, 15 de junio de 2017

Los capiteles del llamado "templo de Diana" de Nimes

Es probable que el llamado "templo de Diana", anexo a una zona sacralaizada de antiguo, fuera construido en una primera fase en tiempos de Augusto. Sin embargo, pudo ser reformado durante el siglo II, para cumplir una función que aún hoy permanece en la sombra; se dice que tal vez fuera ninfeo o biblioteca, aunque también podría haber cumplido cualquier otra función social relacionada, directa o indirectamente, con el baño. Las excavaciones han documentado la existencia de una compleja red de edificaciones en su entorno.
En todo caso, las reutilizaciones de los siglos sucesivos y las "restauraciones" no siempre afortunadas, impiden que podamos hacernos una idea del edificio original que, además, pudo haber sido alterado en época romana.



Imagen tomada de nemaurensis (a su vez, de Nimes, de J. Charles-Roux, 1908)
Sea como fuere, conserva un interesante conjunto de capiteles y algunos otros elementos de ornamentación arquitectónica. Los primeros están agrupados en dos conjuntos de cualidades formales muy diferentes. Los concebidos para fustes de sección circular son de orden compuesto, según fórmula relativamente frecuente en el sur de la Gallia. Dos coronas de hojas de acanto ocupan la parte inferior del cesto; por encima de ellas, agrupación de "lengüetas", "cañas" o "palmas"; el equino, de escaso espesor, está cubierto con ovas y dardos. El ábaco, de no mucha concavidad, está moldurado con seriación de lengüetas. Aunque están bastante erosionados, aún es posible ver que los centros de las caras contenían florones, probablemente de ocho pétalos. A destacar el motivo que define la separación entre cesto y equino, mediante "yemas" de tres ápices. Aunque están más erosionados que los del foro de Arlés, se aprecia una concepción ornamental más dependiente de fórmulas de los tiempos de Augusto: al menos eso sugieren lo ojales redondeados de uno de ellos.
Probablemente se trate de piezas realizadas durante el siglo II.

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La segunda serie está definida por los capiteles de pilastra que, en todos los casos, siguen la modalidad corintizante, con planteamientos estéticos de cierta heterogeneidad, no sujetos al orden simétrico que suele ser norma en sus homólogos: la parte superior de algunos de ellos ofrecen una ornamentación "vegetal" de roleos, flores, frutos y zarcillos, donde destacan motivos axiales que, por su naturaleza "barroca" —si se me permite emplear término tan desgastado—, rompen ese principio. Las fórmulas combinatorias nos remiten a los usos documentados en Roma aunque con un grado de torpeza propios de artífices "locales". Así, pues, en este caso, sería apropiado hablar estrictamente ornamentos "gallo-romanos" y en otros casos, caracterizados por el seguimiento de las pautas imperiales. 
Como los capiteles compuestos, los de pilastra presentan ábacos de escasa concavidad, con ornato de lengüetas y perlado y florones afines a los de aquellos. 
El tipo de acanto empleado en la corona inferior así como el resto de los elementos, nos sitúan en el ambiente cultural de estética imperial, que con los matices indicados, hacen pensar en un momento avanzado del siglo II o incluso posterior, para quienes entiendan que la evolución formal determina modelo lineal paralelo al cronológico. 








Tiene especial interés el relieve de fuerte sentido geométrico recogido en la imagen adjunta que, al parecer, estaba en el fondo de una de las salas laterales abovedadas. Está definido mediante la articulación e intersección de seis dodecágonos algo irregulares, que generan múltiples cuadrados, triángulos y hexágonos que, a su vez, proporcionan marco a diferentes motivos florales que anticipan fórmulas bizantinas y aún andalusíes: en Córdoba y en la ciudad palatina de al-Zahra se emplearon repertorios muy relacionados con éstos. La placa fue trabajada mediante una técnica de talla bastante depurada que, tal vez, no se aleje demasiado del resto de la ornamentación arquitectónica, dado que el diferente estado de conservación de los capiteles podría proporcionar una imagen sesgada.



En suma, si las diferentes restauraciones no han enfatizado exageradamente la naturaleza unitaria del complejo arquitectónico, los restos de ornamentación arquitectónica hablan, a mi juicio, de un edificio del siglo II, en el que pudieron intervenir artífices con diferentes grados de habilidad y de asimilación de los principios estéticos imperiales. 
Si tenemos en cuenta que algunas heterogeneidades indican la existencia de concepciones arquitectónicas diferentes, también caben otras posibilidades, que sería difícil sustentar dado el estado de conservación de los restos. 

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