viernes, 22 de julio de 2011

Memorias veraniegas. El Millenniuum Bridge


Acaso por accidente, el puente del Milenio cruza el Támesis por la línea que une la Tate Modern y la catedral de San Pablo; en ocasiones, los diseños urbanísticos son obras del Diablo... Al cruzarlo camino de la City, me acordé de la línea definida en Madrid entre el edificio de los "Sindicatos"  —hoy, Ministerio de Sanidad— y el Museo del Prado, materializada mediante el monumento a Eugeni d'Ors... 
Acaso por la participación diabólica, el puente de aspecto precioso, que había sido diseñado por Foster and Partners, Arup y Anthony Caro, sufrió una inauguración accidentada y llena de negros presagios. Sse balanceó tanto, que los testigos se temieron un incidente comparable a de Tacoma Narrows  y las autoridades  decidieron cerrarlo. La reparación costó 5 millones de libras...


Cuentan los malévolos que a alguien se le olvidó tomar en consideración una circunstancia elemental desde que en el siglo XIX colapsó el puente colgante de Angers (1850): la resonancia mecánica, que unida a los efectos del viento, son asuntos obvios y fundamentales en el cálculo de estructuras de este tipo. Cabría replicar que no era imaginable que los visitantes de la Tate Modern acudieran marcando el paso en perfecta sintonía... ¿Y los que se dirigían a San Pablo?
Desde las experiencias de Venecia, Bilbao y Londres, se diría que a los arquitectos de postín no se les dan bien los puentes... ¿El diseño y cálculo de puentes corresponde a la formación que se puede esperar de un arquitecto? Si Fernández Casado levantara la cabeza…

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