martes, 22 de noviembre de 2011

El Museo Romano de Mérida, 25 años después




Lo hemos visitado el pasado sábado día 19, coincidiendo con el 25 aniversario de su inauguración, por casualidad. No se me habría ocurrido celebrar la efeméride, porque Rafael Moneo no está en mi santoral... Merece mejor suerte, después de haber recibido el Pritzker Architecture Prize, de haber sido decano del Departamento de Arquitectura de Harvard, de haber recibido mil premios de fuste comparable y de haber realizado muchos encargos oficiales que avalan sobradamente su categoría profesional.

En 1979, cuando las autoridades del Ministerio de Cultura encargaron a Rafael Moneo el proyecto del nuevo Museo de Arte Romano, ya había trabajado en el estudio de Jorn Utzon, había sido Catedrático de ETS de Arquitectura de Barcelona (1972) y desde su puesto establecido una importante red de relaciones con otras escuelas europeas y americanas, que entendieron como una aportación relevante su "racionalismo contextual", que sintonizaba perfectamente con algunas corrientes de la posmodernidad y, muy especialmente, con la obra de James Frazer Stirling y con la depreciación del funcionalismo, que se manifestaba con claridad a finales de los años setenta. Rafael Moneo, por aquellos años defendía que la arquitectura enfatizara la monumentalidad sin desvincularse de las tradiciones formales del acervo histórico occidental.
Quienes, por iniciativa de Dionisio Hernández Gil y Javier Tusell, en 1979 le firmaron un contrato que, de hecho, le ofrecía carta blanca para hacer y deshacer a su antojo, podían estar seguros de una cuantas cualidades sumamente gratas para quienes dependen de la imagen pública:
1. El resultado sería un edificio espectacular y "de buen gusto"
2. Hiciera lo que hiciera Rafael Moneo, obtendría el beneplácito de importantes sectores de la arquitectura europea y norteamericana.


El Museo Nacional de Mérida no desvirtuó las expectativas y, de inmediato, se convirtió en uno de los edificios españoles de mayor reconocimiento en los ambientes arquitectónicos.  El propio Moneo explicaba el pasado día 19 su planteamiento:

"Frente a un posible modo de entender el proyecto, que hubiera considerado las ruinas simplemente como objeto de contemplación de los visitantes, y queriendo que realmente el museo ofreciese algo de lo que había sido el mundo romano, pensé que tenía sentido que el nuevo edificio naciese, en lugar de saltando sobre las ruinas, mezclándose con ellas y haciendo que se entendiese como aquél que había sobrevivido a todos aquellos edificios que ahora encontrábamos en ese estado de ruinas pero que eran en realidad el pálpito de una Mérida que había visto tantas cosas y que en los tiempos del Imperio Romano había alcanzado su mayoría de edad. La cuestión era de qué modo construir, de manera que al final ese deseo de acercarnos al mundo romano fuese real, diese a las gentes esa sensación de credibilidad. Al final, seguramente, fue un acto de coraje construir de un modo, si no como los romanos, sí tan evidente y tan inteligible, como es la percepción que la construcción romana tiene de las gentes. Cuando este edificio se construyó, todo el mundo entendía cómo sobre aquella cadena de arcos de la cimentación se iba a construir un suelo en el que ahora estamos, que iban a levantarse unos muros. Realmente, a lo largo de la construcción la gente pudo entender bien lo que se pretendía con ello. Esa pretensión vio su fin en septiembre de 1986 previo a utilizar todos estos muros para colgar sobre ellos y que pudieran ser el soporte de esta riquísima colección de objetos que tiene Mérida. Porque, si algún valor tiene este museo, es precisamente que no es el capricho de un coleccionista. Es lo que queda de lo que fue esta ciudad, haciendo que todos estos restos no procedan del mercado, del gusto de alguien que ha podido comprarlos, sino que en realidad están en este suelo. Y esa constancia se siente tanto en la cripta del museo, cuando se ve hasta qué punto se podría continuar por esos callejones, entrando en los cimientos emeritenses."



Y sin embargo, en los ambientes arqueológicos, la inauguración del nuevo museo supuso un escándalo que sólo se manifestó sottovoce, sin que la polémica llegara a los niveles de polémica airada que generó el proyecto de la ampliación del Museo del Prado. Sin negar las cualidades formales del edificio, parecía obvio que el edificio de Moneo no seguía los criterios museísticos del momento:
1. La naturaleza del nuevo museo chocaba frontalmente con las necesidades de control ambiental que requiere la conservación de los restos arqueológicos. Aún hoy, se advierte una enorme disparidad entre la temperatura de las zonas altas y las zonas bajas. La altura de la "sala basilical" y la integración del "terreno natural" con los restos arqueológicos asociados dificultaban extraordinariamente ese control.
2. El diseño de Moneo no afrontaba los problemas de movilidad limitada del público. Sólo cuenta con un ascensor minúsculo, capacitado para una silla de ruedas, que debe accionar un vigilante.
3. No existía correspondencia entre el tamaño de las piezas y la escala espacial. Aunque Moneo argumentaba lo que aún dice, la espectacularidad del edificio rebosa la capacidad perceptiva del visitante.
4.  La preeminencia de lo aparente sobre lo funcional desencadenó un problema que ha hipotecado la perdurabilidad del edificio a largo plazo: el tipo de ladrillo elegido no parece el más adecuado para un edificio público concebido con criterios de durabilidad. Además de otras anomalías constructivas más o menos graves, hoy son muy numerosos los ladrillos con defectos de diversos tipos, que, por lo general, responden a la escasa calidad de aquellos. El edificio de Moneo se ha convertido en un museo de las eflorescencias y otras patologías constructivas.



5. El proyecto no contemplaba zonas de esparcimiento ni otros espacios de uso público que dieran respuesta a las exigencias de un museo actual. Es probable que su creador ni siquiera se tomara la molestia de leer la definición que, por entonces, ofrecía el ICOM.
6. Como en el Museo del Prado, Moneo no creyó conveniente disponer un acceso generoso... Las consecuencias son obvias cuando se cruzan a la puerta del museo grupos con dirección opuesta. El pasado sábado lo sufrí en carne propia...
7. Para ser un edificio-hito, desentona la escasa espectacularidad exterior. No es un edificio atrayente ni se integra con el ambiente circundante, Las fachadas traseras me parecen muy discutibles.


8. Para ser un edificio encargado de rememorar los sedimentos de la cultura romana en Mérida, ofrece unas carencias constructivas contradictorias con  la funcionalidad, que es rasgo específico de aquella. Los romanos construyeron edificios brillantemente adaptados a la función que deberían cumplir. En ese sentido, frente a las pretensiones de su diseñador, el Museo Nacional de Arte Romano de Mérida se aleja de lo específicamente romano.

No se me ocurriría discutir la espectacularidad interior del Museo Nacional de Arte Romano de Mérida, porque sería necio hacerlo. Suscribo la elección del ladrillo como material constructivo fundamental. No se me ocurriría discutir la oportunidad de las claves simbólicas, retóricas o metafóricas por él empleadas, porque sería como discutir cuestiones de fe. Pero desde la perspectiva de un observador "del común", que entiende la arquitectura como fusión sagrada entre forma y función, me vuelvo a preguntar quién perdió el culo por sacralizar a un arquitecto tan interesante como contradictorio. Se diría que también a los políticos de entonces les interesaba más hacerse la foto junto a un hermoso museo que junto a un museo  diseñado "racionalmente".

¿Racionalismo contextual? El Museo perdurará, de momento, con una ampliación que se pretende empezar a construir dentro de poco, pero ¿cuánto costará sustituir los ladrillos estropeados?

El pasado 19 de noviembre llovía... y también en algunas partes del interior del museo.

3 comentarios:

  1. Pues yo creo que si un romano de la época le dejaran un día en ese museo, lo enluciría con yeso y cal de arriba a abajo.

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    1. ¡Qué radical! Dependería de qué romano tomara la decisión... Pero, a mi juicio, no estás descaminado, porque la cultura romana tenía un componente funcional muy importante.

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  2. Pués a mi me parece un pedazo de proyecto, pero como de costumbre, se hace muy fácil criticar los defectos y no ensalzar sus virtudes.

    Y por cierto... el descascarillaje y ruindad del ladrillo, lo hace épcio ¡¡¡ A juego total con lo que en ella se alberga y exhibe. No está buscado, pero es un buen encuentro.

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