domingo, 26 de febrero de 2012

Un "museo" demasiado seguro


Hace más de cuatro años que no me acercaba a la "ciudad financiera" de Boadilla del Campo. La razón para volver: las obras de la Rubell Family Collection. Elegimos la mañana del domingo para tener mayor independencia y evitar sermones publicitarios.
El lugar para dejar el automóvil es la dársena subterránea a la que llegan los autobuses los días laborable...  Al bajar del automóvil, es preceptivo hacer cola en una edificación abierta, donde dos "seguratas"  toman nota del DNI y de la matrícula de coche. Desde el puesto de control hay que ascender mediante una escalera mecánica que conduce al nivel de calle, donde se toma un autobús; quince minutos después, el autobús, con veinte personas en su interior, arranca con dirección al museo.
Cinco minutos más tarde, el autobús se detiene frente a la puerta subterránea del museo. No es posible dar un paseo por los alrededores...
La entrada es gratuita. Me viene a la memoria la definición de museo, según el ICOM: "Institución sin ánimo de lucro..." Ahora que los museos dependientes de las instituciones públicas tienden a la autofinanciación, me pregunto si corresponderá a las entidades financieras conservar el espíritu "ilustrador" de la institución museística... con la penitencia leve de una cierta "manipulación publicitaria". Me temo que por ese camino el futuro es terrible.
Al recoger el folleto pregunto a la joven sonriente que los reparte si se pueden hacer fotografías... Niega con vehemencia, como si la pregunta fuera una travesura inaceptable.
Dentro de las salas la vigilancia es tan rigurosa que se acojonaron hasta los ojos de Atenea, que en otras ocasiones me sirven para documentar subrepticiamente situaciones afines. Y me acordé de tantos "museos" de medio pelo que insisten en preservar los derechos de imagen y en tantos directores de museos que se empecinan en restringir prerrogativas; deberían tomar ejemplo de este lugar contradictorio...
¿La exposición? Francamente, no merece la pena sufrir la penitencia del trastorno delirante  impuesta por los gestores del banco, que deben sentirse como los vigilantes de Fort kNox.  Con un punto de curiosidad, nos hemos acercado a contemplar aquellas pinturas de Josep Maria Sert, que decoraron el hotel Waldorf Astoria de Nueva York... Falta una, que seguramente habrá viajado a París, a la exposición del Petit Palais.
No estuvimos mucho tiempo en tan peculiar "museo". Nos fuimos precipitadamente, seguramente acongojados por un ambiente tan seguro. A la puerta esperaba el autobús que nos devolvió a la dársena de los autobuses tras un breve recorrido por las calles de ese espacio tan elogiado por sus virtudes ecológicas. Si la protección ecológica les interesa tanto a los bancos, no puede ser buena para el interés general...

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