lunes, 24 de junio de 2013

El Musée d'Orsay

Antes de entrar me comía las neuronas el recuerdo de una película espectacular, especialmente interesante para reflexionar sobre ciertos aspectos del universo estético, cuya acción gira, precisamente, en torno a los fondos de este singular museo: El tren, de John Frankenheimer, 1964. El arte no pertenece a los espíritus exquisitos, aunque ellos, como el coronel von Waldheim , reclamen su propiedad con argumentos afines a los que podrían ofrecer en voz baja muchos gestores culturales de nuestros días:

"Labiche! Here's your prize, Labiche. Some of the greatest paintings in the world.
Does it please you, Labiche? You feel a sense of excitement at just being near them? A painting means as much to you as a string of pearls to an ape. You won by sheer luck. You stopped me without knowing what you were doing or why. You are nothing, Labiche. A lump of flesh.
The paintings are mine. They always will be. Beauty belongs to the man who can appreciate it. They will always belong to me, or a man like me.
Now, this minute, you couldn't tell me why you did what you did."



Hoy, la mayor parte de las obras que cargaba el tren con destino a Berlín, como si hubiera mediado una aventura paralela a la de la película, se quedaron en una estación de la ciudad de partida...
La última vez que lo visité, hace diez o doce años, tuve una de las experiencias más frustrantes de mi vida en instituciones culturales francesas y eso que he recurrido a ellas con mucha frecuencia; hasta aquel momento había recibido un trato particularmente cordial y exquisito.Tuve la desgracia de dar con una "responsable" incapaz de entender que no todo el mundo funciona con los mismos criterios administrativos... Con ese condicionante y pensando en el coronel Waldheim, crucé sus puertas de nuevo... después de advertir la existencia de descomunales carteles publicitarios de ropa para caballeros. Me sorprende que también en París, donde es tan obvia la capacidad de atracción de las instituciones culturales, éstas tengan que recurrir a ingresos procedentes de la publicidad...
De nuevo me impresionó positivamente la antigua estación porque el museo, en su concepción arquitectónica, debida a  Pierre Colboc, Renaud Bardon, Jean-Paul Philippon y, muy especialmente, Gae Aulenti, es una preciosidad, que desde la visión del visitante ofrece referencia ideal. Es muy agradable de recorrer, ofrece magníficas instalaciones, la iluminación es prácticamente perfecta, las indicaciones son sencillas y eficaces, cuenta con buena comunicación vertical, amplias y confortables zonas de descanso... Hasta las áreas de avituallamiento son magníficas, propias de un hotel de lujo asiático en sentido estricto. Y, sobre todo, cuenta con una colección de excepcional interés para aproximarse a uno de los momentos más decisivos de la Historia del Arte.


No podía ni imaginarme que en la cuna del pensamiento racional y en un contexto tan excepcional pudieran aparecer gestores alineados con la postura "idealista" del coronel Waldheim o con estrategias oscurantistas como las de ciertos museos españoles o de cualquier otro lugar tercermundista: está prohibido hacer fotos; al menos eso pregonan multitud de carteles grandes, de diseño cuidado y concepción escolástica, parecidos a los que hay en las iglesias españolas y croatas. Y me pregunté qué pretenderán ocultar... ¿Quizás alguna obra "expropiada" irregularmente a algún millonario judío...? No cabe en mi cabeza que sólo pretendan imponer disciplina rigurosa y preservar los derechos de reproducción. La mezquindad ensucia la grandeur de la France, que es uno de los factores más poderosos de atracción que ejerce París sobre los ciudadanos de todo el mundo. Por fortuna, los vigilantes se comportan con sentido común y se hacen los "despistados" cuando algún mozalbete pretende llevarse un recuerdo de profundo sentido cósmico... o cuando un turista de aspecto desaliñado dispara la cámara con disimulo. ¿A qué están esperando para retirar esos carteles ridículos?


Otros problemas... Si no media cambio en la colocación de las obras y se mantienen las tendencias turísticas actuales,  también este museo deberá modificar la circulación de personas en las salas de mayor atracción popular (van Gogh), donde los vigilantes han de limitar el acceso y se advierten las consecuencias del calor humano.

2 comentarios:

  1. Llevo poco siguiendo tu blog , pero la verdad que me tienes conquistada(y no es peloteo),encontré tu blog por casualidad buscando información para mi TFM, y ya me quede por aquí . Me tengo que leer tus post con calma, por que la reflexión es continua. Desde aquí te doy la enhorabuena por todo este trabajo.
    Por cierto el Musée D` Orsay es uno de mis predilectos , pero se desluce con actuaciones como las que mencionas...
    Por cierto para cuando un post sobre Museos sobre indumentaria, textiles o similares?.no se si tienes alguno en concreto pero por si acaso te dejo la sugerencia.
    Vaya parrafada te he soltado :-)
    un saludo

    ResponderEliminar