viernes, 21 de febrero de 2014

"Las Furias" en el Museo del Prado

No, no se trata de que quienes se agolpan disciplinadamente junto a la fachada diseñada por Villanueva a la espera de que el reloj marque las 6, la hayan liado parda y se hayan decidido a tomar el Palacio de Invierno y convertir el muy noble museo en la plaza de la Independencia de Kiev. Por fortuna, en asuntos estéticos, las cosas son infinitamente más matizadas y, por supuesto, los amantes del arte, con el peculiar buen tono que les caracteriza, son incompatibles con los excesos... Para mayos abundancia,"Las Furias" alude a una exposición que consagra un error semántico ofreciendo obras de especial escabrosidad, relacionadas con ciertos relatos de la mitología grecolatina. Según la referencia divulgativa del propio Museo:

"Las Furias aparecen como conjunto en la historia del arte en 1548, cuando María de Hungría encargó a Tiziano para su palacio de Binche, a las afueras de Bruselas, cuatro lienzos con los personajes de Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión identificados como los príncipes alemanes que se habían alzado contra su hermano, el emperador Carlos V, y a quienes había derrotado un año antes en Mülhberg.
En España se conoció como Furias a cuatro moradores del Hades greco-latino, al que habían sido condenados por haber desafiado a los dioses: Ticio, cuyo hígado devoraba un buitre por intentar violar a una amante de Zeus; Tántalo, castigado a procurarse en vano alimento por servir a su hijo de festín a los dioses; Sísifo, condenado a portar una enorme piedra por haber delatado las infidelidades de Zeus; e Ixión, castigado a dar vueltas sin fin en una rueda por querer seducir a Hera. El título Furias es en realidad fruto de una confusión. En puridad, las Furias eran unos personajes femeninos, personificación del castigo y la venganza, encargados de velar porque los condenados en el Hades cumplieran sus castigos, pero en España, desde el siglo XVI, se conoció con este nombre a los lienzos que Tiziano dedicó a Ticio, Ixión, Tántalo y Sísifo, utilizándose desde entonces el termino Furias para designar esta temática.
(...)
Las Furias ofrecen múltiples lecturas. En primer lugar, son un instrumento idóneo para profundizar en la recepción de la Antigüedad en el Renacimiento y el Barroco, así como en el intercambio de artistas, obras e ideas entre distintas partes de Europa (...) Las Furias plantean además dos nociones teóricas de gran relevancia; de un lado, la sucesión de obras obviamente relacionadas unas con otras invita a pensar sobre los conceptos de imitación, emulación y originalidad; del otro, se impone reflexionar por qué ciertas formas adquieren un significado que se transmite de generación en generación. La vigencia de estas pathosformeln viene simbolizada en la exposición por el Laoconte, en su doble condición de exemplum artis y exemplum doloris tras su exhumación en Roma en 1506"

Ribera, Ixión

Confieso que la lectura del tríptico ofrecido al visitante que no puede comprar el catálogo, me ha hecho sonreír, como lo han conseguido otros muchos de este mismo museo. Porque, como de costumbre, en ellos parece primar la voluntad de ofrecer comentarios que no quebranten el "buen tono" general que parece ser objetivo prioritario en la gestión del museo. Aunque confieso que al entrar a la exposición hervía en mi memoria aquel incidente "divertido" que supuso la colocación "girada" (90º) de una pintura de Ribera perteneciente a la serie de "Las Furias" y que pone de manifiesto las servidumbres compositivas impuestas por la anisotropía perceptiva. Frente a lo que creen los más recalcitrantes en asuntos estéticos, no sólo las pinturas "abstractas" se prestan a equívocos.
Las Furias... ¿son un instrumento idóneo para profundizar en la recepción de la Antigüedad en el Renacimiento y el Barroco? Acaso hubiera sido mejor hablar de "utilización"... ¿Por qué ciertas formas adquieren un significado que se transmite de generación en generación? Buena pregunta para enmendar la plana a Erwin Panofsky o para sugerir la lectura de sus obras. En este caso concreto, se podrían plantear muchas cosas, pero sobre todas ellas y en lo más elemental, la naturaleza del fenómeno cultural, que implica el mantenimiento de las "creencias" o "ideas" integradas en él mediante los sistemas o subsistemas propios: las tradiciones verbales, los relatos literarios, los tratados morales, los memoriales políticos, las fórmulas educativas y formativas en los distintos áreas de conocimiento, etc., etc. En este caso concreto, hablamos de momentos que, en sus expresiones estéticas, estuvieron muy condicionados por la recuperación "aparente" de la literatura grecolatina. Habría mucho que matizar sobre ello...
Según recoge el texto citado, la recuperación de las historias de Ticio, Tántalo, Sísifo e Ixión, estuvo condicionada por una "razón política" muy poco sutil: María de Hungría pretendía explicar lo que les ocurriría a quienes rompieran el "orden natural". Lo mismo sucedió con otras tradiciones mitológicas rescatadas como "fábulas morales" a beneficio de la estabilidad del Absolutismo: Apolo y Marsias, Laoconte y sus hijos, el Minotauro, el banquete de Tereo, etc., etc. Indefectiblemente, son castigados quienes tienen el atrevimiento de discutir el poder de los dioses. Algo parecido a lo que probablemente dijo un siglo después Felipe IV —que acaso se sintiera la reencarnación de Júpier— a sus "allegados" por manos de Diego de Silva y Velázquez, mediante fórmulas más sutiles en pinturas como Mercurio y Argos y La fábula de Aracne: "Ahí tenéis lo que les sucede a quienes contradicen la voluntad de quien, por derecho de sangre, está sobre los demás". Otro tanto sucedió en casi todas las cortes europeas de la misma época.
Y seguramente, por ese camino encontraremos las "razones" que justifican el éxito relativo de "historias" que a lo largo del siglo XVII se suavizaron en "lo visual", aunque no en el fondo retórico. En todo caso, sorprende advertir que se pudieron pintar obras tan escabrosas para decorar salones decorados con "gusto exquisito", por muy ejemplarizantes que fueran y por mucha calidad pictórica que ofrecieran las manos de Tiziano, Rubens o Ribera.

Tiziano, Ticio
Seguramente, también en aquellos años lo morboso tenía la capacidad de fascinación que aún hoy día se manifiesta ante las imágenes sangrientas de cualquier situación particularmente dolorosa. Hoy, sin ir más lejos, los canales de televisión de casi todo el mundo no se cansan de "informar" sobre los sucesos de la plaza de la Independencia de Kiev, mediante imágenes de cadáveres o de personas alcanzadas por francotiradores. Me falta saber por qué razón lo hacen; no quiero creer que lo hagan simple y llanamente para asegurarse cuotas de audiencia aprovechando la "tendencia natural", que muchos parecemos conservar desde tiempos primigenios, a "disfrutar" contemplando la desgracia ajena.
Asimismo, estoy seguro de que el Museo del Prado no está en el mismo argado; estoy seguro de que sus gestores no tiene voluntad de incrementar la "audiencia", mediante imágenes morbosas: en ellas todos debemos apreciar la maestría de los pintores para reflexionar sobre la imitación, la emulación y la originalidad, mediante la representación de desnudos violentamente escorzados y dotados de expresividad desquiciada. Lo que todo el mundo conoce como pathosformeln.

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