viernes, 20 de febrero de 2015

La torre del vino de Socuéllamos

Es un proyecto realizado por Ingenyarq, que, según dicen, costó 4,5 millones de euros y movilizó casi todos los foros críticos, seguramente poco versados en las estrategias electorales y la doctrina del vino, de la que son acreditados exegetas algunos de los más señeros líderes del PP. Seguro que en los oídos de muchos aún resuena aquel solemne "¡Viva el vino!", del señor Rajoy, que sentó cátedra, por no mencionar alardes más celebrados pero no menos frívolos. Por simplificar, dejaré al margen el juego de argumentos políticos en pro y en contra, para colocar el foco sobre otros aspectos... aunque, como es sabido, todos los caminos conducen a Roma.


El "edificio" me hizo pensar en cierta y problemática torre de Valencia, en los mil miradores artificiales repartidos donde no hay campanarios ni alminares, pero sobre todo, en la torre del castillo de Villarejo de Salvanés... por supuesto, en moderno y con ascensor, que es ventaja estimable. Obviamente es paradigma de edificio-hito o, incluso, de edificio-jalón o edificio-mojón (por supuesto, en el sentido "culto" definido por la RAE). Se une al entorno con descaro, como contrapunto posmoderno o, tal vez, post-posmoderno, que, como la propia palabra indica, es mucho más moderno. Sin embargo y aunque sorprenda a los seguidores más benévolos de este blog, no me parece que su configuración sea tan irritante como las setas sevillanas o ciertos despropósitos mil veces bendecidos por juicios expertos sensibles a las texturas, por cuanto los valores cromáticos lo emparentan con el ambiente plateado del invierno en tierras manchegas; contemplado desde el patio interior del complejo, el juego entre volúmenes y colores armoniza mejor...


El aspecto museístico.

Uno de los muchos carteles ofrece testimonio de voluntad superlativa:

"El museo Torre del Vino se sube al carro de las vanguardias europeas, vistiéndose de gala en cuanto a los avances tecnológicos en el campo de los museos se refiere. Nace en base a la idea de ser un museo tecnológico, en el que el visitante sea la última pieza que haga que el engranaje de todas la piezas fluya, funcionando correctamente."

¿El museo se suma al carro de las vanguardias europeas? La expresión de intenciones no puede ser más "inadecuada" (ya lo han calificado con mayor dureza), teniendo en cuenta la inmensidad del universo museístico y las iniciativas que ya se han materializado en lugares de menor penuria económica y allí donde han entendido que los museos bien concebidos devienen infraestructura cultural y turística. Emplear unos cuantos "montajes interactivos" no garantiza nada, porque es costumbre muy arraigada de las instalaciones posteriores a la difusión de los ordenadores personales emplear toda suerte de recursos de ese tipo. Concretamente, en España hay unos cuantos —antiguos y modernos— que ofrecen un panorama bastante completo de posibilidades, no siempre a imitar. En este blog he comentado alguno especialmente desafortunado (Museo Interactivo de la Ciudad de Lugo), algún otro con problemas de mantenimiento (Museo de Almería) y hasta alguno que aún parece ejemplar (Museo de Medina al-Zahra). Ítem más: las propuestas museísticas ultramodernas envejecen a velocidad de vértigo, como se puede apreciar en el Museo Arqueológico Provincial de Alicante. En éste de Socuéllamos, con un planteamiento mucho menos ambicioso, han tropezado con las mismas piedras que quienes diseñaron la instalación de Lugo: exagerar la conveniencia de ofrecer pantallas informativas... que empastan el ambiente sonoro de la sala.
No obstante, me ha parecido ingenioso el simulador de pisado de uvas, que según parece, causa furor entre la juventud socuellamina; conseguir que la gente joven se acerque a un museo, ya de por sí, es sumamente meritorio. De hecho, cuando lo visitamos, coincidimos con varios grupos de jóvenes.
Por desgracia, no es tan afortunada "la propuesta pedagógica": lo que se ofrece aporta poco a lo que cualquier persona puede encontrar desde un ordenador o, incluso, mediante un smartphone. Pero es justo reconocer que el esfuerzo pedagógico está supeditado a un condicionante radical: la escasa superficie del espacio expositivo, demasiado angosto para un museo, en un ambiente definido por muchas bodegas que ofrecen instalaciones ambiciosas y espectaculares, tanto en España como en cualquier comarca de Europa con viticultura relevante. Sin ir más lejos, en la Rioja hay unos cuantos "museos" espectaculares...
Me ha llamado la atención un cartel colocado a la puerta en el que se ofrece las normas de conducta que debe asumir el visitante, "la realización de fotografías y filmaciones de vídeo en las salas del Museo (sic) no está permitida". Se ve que ha llegado hasta Socuéllamos la doctrina pesetera del Museo del Prado, aunque aquí se entiende peor habida cuenta las pretensiones potenciadoras de los caldos locales esgrimidas por los promotores en el momento de la inauguración.
El aforo máximo es de 25 personas. Me pregunto si no se les habrá ocurrido a quienes han gestionado este centro que los autobuses suelen tener más de cincuenta plazas. Seguramente, cuando pongan en marcha la tienda, dentro de unos meses, suprimirán esta limitación, que es un importante obstáculo para las pretensiones "de negocio" subyacente en contextos liberales.


Uno de los carteles "informativos" me hace recordar las preocupaciones estéticas de alguna institución como el "Museo Vivanco", que propone un repaso por múltiples aspectos antropológicos relacionados con la viticultura y que además expone una importante colección de objetos artísiticos de "amplio espectro":

"El vino en el arte.

La relación entre el vino y el arte es muy antigua. Plinio el Viejo, historiador romano, afirma en su obra "Historia Natural" que los griegos hicieron de la combinación entre el acto de pensar, la intensificación de los sentidos y el beber en compañía un nudo llamado "arte". Un gran poeta francés, Claudel, decía que el vino es liberador del espíritu e iluminador de la inteligencia, dos condiciones indispensables para crear una obra.
Tanto en la literatura como en las artes plásticas la presencia del vino es constante a lo largo de la historia hasta el punto de llegar a transmitir a través de bellas y delicadas obras, la idea de que el vino tiene espíritu, alma. (sic)
La embriaguez creativa hace referencia al poder estimulante que el vino ejerce sobre la creación artística, o a su papel como fuente de inspiración. Además la vid, el vino, el bebedor... han sido protagonistas indiscutibles de obras maestras de la pintura.
Representaciones en tumbas nobles del antiguo Egipto (1500-1000 a. C.), en la pintura pompeyana o incluso en los libros de horas medievales, Veronese, Velázquez, Dalí... En forma de relieves, mosaicos, ilustraciones, pinturas, esculturas... recogen los procesos de elaboración, las deidades y cultos relacionados con el vino, el consumo y las fiestas celebradas en torno a esta bebida.
Entre el arte y la religiosidad, entre la eucaristía y el disfrute de lo profano en la villa de Socuéllamos los visigodos nos dejaron el legado de las vides y las pámpanas en un fuste de una iglesia paleocristiana (siglo VI) en el paraje de Santa María de Guadiana y de la misma época un capitel de hojas de acanto que debió de pertenecer a la decoración de la primera iglesia del Villarejo Rubio en la ribera del Córcoles (antiguo emplazamiento de la localidad).
La vid y el vino son la temática escogida por los artistas con el fin de despertar emociones, expresar vivencias y retratar ambientes, clases sociales, países, o incluso para demostrar destreza en el color, la luz o la transparencia"

Más allá del estilo literario, el texto me sugiere varias reflexiones. La primera... si quien escribió se dejó llevar por el fondo de la argumentación... La segunda... Recurrir a Plinio el Viejo proporciona criterio de autoridad, pero demasiado forzado, porque en la cultura romana tenía usos muy "peculiares" en lo relacionado con las libaciones. Hubiera sido más eficaz recurrir a una de sus frases más manidas: "in vino veritas", que obviamente no es sentencia incuestionable pero sí muy socorrida en ambientes de carpe diem. También deberíamos tener en cuenta que en la antigua Roma se empleaba el vino como alimento y como recurso medicinal, que no "convenía" a las mujeres... pero esa es otra historia.
Muy francesa es la sentencia de Paul Claudel (1868-1955):

« Le vin est le professeur du goût et, en nous formant à la pratique de l’attention intérieure, il est le libérateur de l’esprit et l’illuminateur de l’intelligence »

Me pregunto cuánto vino debemos ingerir para convertir nuestras elucubraciones en juicios sesudos, nuestras divagaciones en sentencias profundas o para que se ilumine nuestra inteligencia; lo de la liberación del espíritu acaso sea más asumible...
¿Las obras de arte nos transmiten que el vino tiene "espíritu" o "alma"? ¡Qué cosas! Supongo que quien redactó el texto acaso pensara en los "licores espiritosos", que según la Real Academia de la Lengua, "exhalan mucho espíritu (vapor sutilísimo)". En castellano "espíritu" tiene una acepción recogida por el DRAE (9ª): "Vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores" ; el diccionario no recoge acepción similar para el término alma, aunque sugiere diversos usos retóricos en los "alrededores semánticos"... En todo caso, parece una exageración atribuir al arte lo que sólo está en el propio sentido de las palabras. No creo que sea función específica del arte enfatizar redundancias... contando incluso con que la redundancia pueda entrar en el juego estético cuando sea oportuno.
Lo de la "embriaguez creativa" me ha parecido un dislate, especialmente, si se enfatiza en un contexto museístico. Contando con las costumbres de personajes como Pollock o como cierta bohemia aficionada al limoncello, al orujo o a la absenta, esa aseveración me parece una frivolidad peligrosa...
La alusión a "las vides y las pámpanas" en un fuste que no se sabe si es visigodo o paleocristiano, relacionado con un capitel que debió pertenecer a la primera iglesia de Villarejo Rubio, me ha dejado perplejo... y, desde luego, con ganas de verlo.


Sintetizando

Aunque se ha vendido como un mirador hacia los campos de vides ("Un mar de vides a tus pies"), acaso sólo sea un balcón para que los socuellaminos contemplen su pueblo desde las alturas, que no es asunto baladí en territorio tan llano, teniendo en cuenta el peligro de los globos en tierra de vinos. A ello se añaden ciertas posibilidades de explotación turística para aficionados al carpe diem; también para las excursiones de las asociaciones vecinales de casi todos los pueblos de Castilla-La Mancha y, por supuesto, para quienes no perdemos comba para cuestionar las iniciativas elogiadas por la mayoría. En suma, otra iniciativa populista, de utilidad eminentemente electoral...
Lo más positivo: la persona que lo atiende, que se desvive por informar, ayudar y orientar a los visitantes.

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