miércoles, 18 de marzo de 2015

Salvator Rosa o el artista

Si echamos un vistazo a las críticas publicadas, advertiremos enseguida una polarización que podría desorientar al aficionado accidental. En los ambiente extremo-centristas les ha dolido la manera de representar a José de Ribera, como un personaje desagradable, feo, vestido de negro, y ardoroso partidario del "realismo", en contraposición a un Salvator Rosa, caracterizado en términos positivos. De ello han deducido que la obra podría interpretarse como un alegato "antiespañol"... No merecería la pena reseñarlo si no fuera porque desde ello cabría esperar una obra de planteamiento crítico... Y nada más lejos de la realidad.
Bajo la "excusa" del levatamiento popular que tuvo lugar en Nápoles a mediados del siglo XVII, el texto, escrito a finales de los años ochenta, supone cualquier cosa menos un reflexión crítica sobre las relaciones entre las gentes y el poder. Y menos aún sobre lo que denota la alusión a "el artista", porque tampoco es una reflexión sobre los problemas o posibilidades que conectan al artista con la realidad social o política. De ahí que me resulte complicado entender algunos comentarios encelados en postular "la actualidad" de la obras y la relación de Francisco Nieva con Valle-Inclán o, en general, con los escritores "consagrados" de las generaciones anteriores. La continuidad entre Nieva y ellos está sobradamente acreditada por las obras anteriores, que definen aportación relevante a la historia del teatro español...


No discutiré que el texto es, en lo formal, orfebrería "de la buena", pero creo que esa es la única cualidad positiva de la obra, afrontándola desde la expectativas inducidas por los factores mencionados. Y reconozco que, en este caso, me ha parecido innecesario, por decirlo de modo discreto, el ataque a Ribera, aunque sea perfectamente justificable como "licencia de autor", para categorizar lo que conviene a la exposición de la tesis subyacente, del argumento de la obra. Y en ello es donde, a mi juicio, aparece lo más discutible: reivindicar una visión casi "romántica" del arte, hoy, a principios del siglo XXI, cuando éste está más cerca de los valores financieros que de la expresión de sentimientos subjetivos, me parece una ingenuidad en las fronteras del anacronismo. Esa forma de entender la creación artística sólo es comprensible teniendo en cuenta la formación estética del propio Francisco Nieva y sus años como pintor "postista", aquel "movimiento" integrado por personalidades que imaginaron finalizado el ciclo de las vanguardias con las aportaciones surrealistas. Aún haciendo propios muchos de los lemas del Postismo y, en especial, todo lo enfatizado por la propia obra (el sentido del humor, la alegría de vivir, la lucha contra los prejuicios, apostar por las facetas divertidas del arte, el respeto a los diferentes, etc.), creo que ofrecer ese discurso en una función actual, sin ayudar al lector a situarse en el contexto "postista", convierte la obra en un espectáculo fatuo, casi en un vodevil, en el que se diluyen incluso los valores positivos (la riqueza literaria) y del que sólo destaca el "rigor mortis" del realismo español, enfrentado y vencido por un pintor bohemio, que sería más propio en el París de 1900, que en el Nápoles de mediados del siglo XVII, Creo que ni el actual director del Museo del Prado, empeñado en garantizar un disfrute serio y sosegado del arte, se daría por aludido.

Por lo demás, dejando al margen una interpretación muy irregular, en este caso, es de justicia indicar que casi todos los elementos de la representación (dirección, escenografía, vestuario, etc.) me han parecido que merecen nota alta... aunque no sé si ha sido buena idea mantener ambientada la obra en el siglo XVII.

2 comentarios:

  1. No conozco el contexto "postista", algo que no me cabe duda ayudará a entender lo que muestra la obra, pero en mi opinión creo que la visión del arte que se muestra queda más matizada. A Salvator Rosa, a pesar de caracterizarle en valores positivos, se le presenta desde el principio exagerado, incluso ridículo. Además, los acontecimientos con los que termina la obra no creo que acentúen la defensa de una visión casi romántica. La situación que se produce con Masanielo lleva a Salvator a reconocer que "lo que diferencia a un artista de un revolucionario es que el primero jamás moriría defendiendo algo, y mucho menos al arte". Por esto creo que "templa" el enfrentamiento con Ribera y llama más hacia una visión más "terrenal" del arte, más hedonista, en mi opinión.

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  2. Creo que entiendo el sentido de los reparos, que reconozco razonables. Supongo que la discrepancia deriva de lo que entandamos por “artista” conjugando los dos (o tres) factores aludidos: la situación del arte durante el siglo XVII y en la actualidad (1988 o 2015); y de que creamos posible o no hablar de “artista” en abstracto. Teniendo en cuenta que para mí el “artista romántico” sólo es una categoría abstracta, en la que caben personajes como Larra, Wagner o Friedrich, acaso se entienda mejor lo que deseaba decir. La diferencia entre un artista y un revolucionario… Naturalmente, dependerá de quién sea el artista y de quién sea el revolucionario y, por supuesto, de sus respectivos planteamientos ideológicos. En la actualidad hay muchos creadores que, jugando incluso con elementos irónicos o lúdicos, ofrecen propuestas de gran calado político, por los que se juegan la vida. Salman Rushdie podría ser un buen ejemplo, pero hay muchos más comparables, sobre todo en los países en conflicto. Y entre lo más cercano, ahí está el caso de Ines Doujak, que está de actualidad y que, “jugando” con ideas de J. Derrida, ha movilizado un escándalo de importantes implicaciones políticas, sin renunciar a ciertos componentes lúdicos. Veremos el MUSAC no se acaba convirtiendo en un asunto de gran trascendencia política por la capacidad de movilización que, a pesar de todo, sigue teniendo el arte.
    En suma y por no extenderme demasiado: creo que el texto de don Francisco Nieva sintoniza mal con los problemas actuales de la creación artística, tal y como ésta se entiende en los ambientes de alta cualificación estética.

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