sábado, 24 de octubre de 2015

El Museo Arqueológico de Vitoria (Bibat)

Está unido al Museo Fournier de Naipes, situado en el palacio de Arrieta-Maestu o Palacio de Bendaña, de mediados del siglo XVI. El proyecto, de Patxi Mangado, fue inaugurado en 2009. Según recogían los medios, el museo fue concebido como un
«cofre denso y hermético por fuera y sugerente y mágico en el interior» describe Mangado su creación. Desde fuera, se observa un edificio oscuro, pero dentro destaca la luz que se cuela por las cristaleras y «lucernarios». En total son cuatro plantas y dos sótanos que suman 4.200 m2. de superficie útil. Un espacio necesario para mostrar de forma clara las 1.500 piezas «articuladas en un discurso que se extiende desde el Paleolítico hasta la Edad Moderna y, a su vez, transmite la evolución de la prácticas arqueológica». (...)
Por último se presentó el logo que, como metáfora, usa los conceptos bat y bi en el que «uno contiene y aloja a quien le sirve de cimiento y estructura».



No creo que exista en España un museo de concepción arquitectónica moderna peor integrado, por supuesto según mi criterio, en el contexto inmediato, tanto en lo físicamente próximo (palacio de Bendaña) como con el urbanístico general. Más que un "cofre mágico", la parte "moderna" parece una "cárcel bunquerizada" con ventanas apenas comprensibles desde la tradición metafísica de Oteiza: escultura arquitectónica en estado puro. Si atendemos a las pinturas mulares de gran colorido en las inmediaciones, el museo aún refuerza su carácter como contrapunto sombrío... Y si damos la vuelta a la fachada para acercarnos a la entrada, dispuesta junto al palacio Bendaña, la situación general no mejora: demasiada densidad y demasiado hermetismo. Mala estrategia para un edificio obligado a ser, ente todo, atractivo.
Por el interior, la parte arqueológica ofrece un espacio demasiado "metafórico" —aún es más manifiesta la voluntad de ofrecer un tratamiento espacial centrado casi exclusivamente en "la forma"—, polarizado por grandes prismas de luz, que van del suelo al techo (acaso con voluntad de ofrecer una especie de continuo estratigráfico luminoso) y compiten en ventaja visual frente a las piezas expuestas, escasas  y de no mucha entidad. El resultado es un ambiente escenográfico que me hizo pensar en la "costumbre" de Stanley Kubrick en colocar fuentes luminosas dentro del campo visual para matizar cada plano con "toques" inquietantes de mayor o menor entidad. En cine, esos matices se pueden calibrar controlando la potencia luminosa y, por supuesto, la apertura del diafragma, pero en un museo... En el museo de Vitoria el resultado es especialmente inquietante, porque domina la oscuridad y porque el carácter de los prismas luminosos complica la contemplación de las piezas, incluso aunque éstas estén enfatizadas mediante una iluminación exageradamente teatral. "La magia" queda en el diseño interior espectacular del edificio, al que se añaden unas cuantas piezas como si fueran los jarrones chinos de la abuela que debemos conservar pero no sabemos dónde.
En sintonía con las pretensiones metafóricas, menudean los detalles museográficos "peculiares". Por ejemplo, una de las piezas más importantes y enfatizadas del museo, la lápida de Marco Sempronio, está colocada de tal modo que es imposible leer la cartela: la iluminación, su colocación muy baja, en un lugar que no altere el efecto escenográfico global, y la su naturaleza metálica se conjugan para obtener un resultado, cuando menos, cuestionable.


¿Otras circunstancias destacables? Aunque en la entrada del museo hay un panel que prohíbe hacer fotografías, los empleados sumamente cordiales y amables, no ponen pegas al uso de la cámara sin flash.
La página web debería mejorar...
El museo no ofrece exceso de elementos multimedia; en este caso y a mi juicio, la carencia es virtud: less is more.
Ya se advierten problemas con la tarima, relativamente frecuentes en los museos de inauguración reciente.
Los ventanales acumulan porquería por la dificultad de limpiarlos.
Al cambiar de planta mediante los ascensores, es fácil confundirse de zona y desembarcar en la parte de del museo Fournier, de especial interés para las personas interesadas en asuntos de estampación.
En suma, por el interior, nos encontramos con un edificio espectacular pero escasamente adecuado a las servidumbres de un museo.

El museo contiene varias piezas interesantísimas desde las preocupaciones de este humilde amanuense. La primera es un capitel de arenisca tallado en tres de sus caras que, según la cartela, proceden de Iruña-Veleia y fue tallado en "época romana altoimperial". Es una pieza de manifiesta concepción local, que reinterpreta fórmulas imperiales con cierta "libertad" y con algún indicio de barroquización o de pretensión tapizante, como el ornato dispuesto entre las volutas, que disuelve la materialidad del kalathos. Esos detalles no son extraños en otros puntos de la península Ibérica, especialmente durante el siglo II. No se distinguen trazas por la parte inferior, relativamente accesible en la actual instalación. Aunque en la cartela del museo se le sitúa en época altoimperial y G. Behemerid, en época julio-claudia (primera mitad del siglo I), la cualidad tapizante, la forma de los acantos y, sobre todo, el carácter de los ojales de los foliolos cortos, sumamente alargados, podrían indicar una época algo posterior, más cerca del año 100 o, incluso, posterior.
El museo posee otro de cronología tardía (siglos III-IV), que no pude ver porque los almacenes no son visitables...


También me interesa la mencionada lápida funeraria de Marco Sempronio, similar a dos de Gastiáin (Museo de Pamplona, que nos informa de la existencia en época altoimperial de varios elementos ornamentales que reaparecerán (o continuarán) en época cristiana como los tallos serpenteantes con hojas y racimos, las "flores" de sectores circulares con folíolos en reparto exagonal, el recercado de "doble sogueado" o laureado y las aves picoteando...  Todo muy "visigodo" o muy "mozárabe", según quien lo contemple...  Por fortuna, la lápida es inequívocamente romana, tal y como acredita la epigrafía: "A los dioses Manes. A Marco Sempronio Fusco, hijo de Oculatio, de 55 años. Fuscino, su hijo, dedicó este (monumento) a su padre, que lo merecía. Aquí yace". Un testimonio más que añadir a los mencionados en otras entradas: Enlace 1. Enlace 2.




Exhiben un capitel de concepción sumaria, también de arenisca, procedente de la plaza de San Martín (Rivabellosa), atribuido a los siglos XII-XIII, acaso porque ofrece un motivo de "volutas" que remata en una forma próxima a las veneras o conchas de peregrino. Tiene collarino abocelado y los remates angulares pueden interpretarse como remate de voluta vegetal derivada de las variedades corintizantes. La planta del ábaco, muy erosionado, no ofrece demasiadas pistas; no obstante, pudiera tratarse de una pieza anterior o, incluso, muy anterior a lo indicado en la cartela del museo, porque los muñones angulares seguramente respondan a la voluntad de representar volutas vegetales enroscadas, tal y como es relativamente frecuente en piezas evolucionadas de los siglos IV y V.


Ofrecen un bloque procedente de San Pedro de Lecea (Ilardula) con la representación de un personaje tonsurado con báculo. Lo atribuyen a los alrededores del año 1100: pudiera ser anterior, aunque el tipo de vestuario acaso justifique la clasificación ofrecida por el museo.


Por fin, también podemos contemplar una ventana monolítica fragmentada que, siguiendo las costumbres más arraigadas, atribuyen a los siglos IX-X, aunque en a cartela no hablan de "arte mozárabe". Procede de Los Castros de Lastra (Karanka) y si nos regimos por la capacidad elocuente del arco de herradura, podría ser muy anterior: ahí están la lápida de Gastiáin y el "ara taurobólica" de Sos del Rey Católico (ambas en el Museo de Navarra) para testificar que el arco de herradura no puede ser considerado "fósil guía" de los soglos IX y X. Para mayor abundamiento, el ara de Sos, que contiene en un de sus caras la cabeza de un toro con otros elementos relevantes, también tiene ornato sogueado.

Ventana monolítica de Castros de Lastra
Lápida de Gastiáin. Museo de Navarra
Ara taurobólica de Sos del Rey Católico. Museo de Navarra

Para finalizar... Cuando lo visitamos ofrecían una exposición que enfatizaba piezas orientales entre los que destacaban cartas con pinturas eróticas con posturas del Kama Sutra...  Buen recurso para llamar la atención y animar a unos visitantes que saldrán "encogidos" de la parte arqueológica y relativamente "satisfechos" de la de Heraclio Fournier...

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