viernes, 25 de noviembre de 2016

Ficciones y territorios. Arte para pensar la nueva razón del mundo

Lo más interesante de la exposición del MNCARS es, a mi juicio, el texto del tríptico o, con más precisión, sus cuatro primeros párrafos, que condensan una visión relativamente asumible de las circunstancias culturales que nos han acompañado durante los últimos años, aunque, como de costumbre, no esté clara la frontera que define el "marco temporal" de referencia. Cabría suponer que nos están hablando del período comprendido entre finales de los años 90 y el año 2007, dado que corresponden a ese momento la mayor parte de las adquisiciones ofrecidas en la exposición, pero el texto del tríptico alude expresamente a los fenómenos del año 2011 y, entre ello, menciona al 15M, Occupy Wall Street y la "Primavera Árabe"... Y además hay varias obras realizadas en plena crisis.
Para resolver dudas o para acrecentarlas, el tríptico menciona expresamente La nueva razón del mundo, ensayo escrito por Christian Laval y Pierre Dardot, y publicado en La Découverte en 2009 (ed. española, 2013):

Ibon Aranberri, Política hidráulica, 2004-2010
"El neoliberalismo, sinónimo de privatización y de reducción progresiva de lo público en favor de lo privado, se ha convertido en nuestra condición, el medio social, económico y político en el que nuestras actividades han venido acaeciendo en las últimas décadas. Se opone a cualquier tipo de interferencia gubernamental en la vida de los ciudadanos, cree fehacientemente en la autorregulación del mercado y percibe la administración del Estado como un engorro, un obstáculo para el crecimiento de la economía. Sin embargo, la realidad nos demuestra que, tanto en su versión clásica del siglo XIX como en la actual, esta ideología no ha cesado de crear estructuras y normas, consolidando una sociedad que, en aras de preservar la libertad del mercado, se ha vuelto cada vez más autoritaria y en la que los aparatos de control han actuado de un modo implacable con un objetivo principal: la defensa del capital sobre los ciudadanos y el bien común. 
En este orden de cosas, que los pensadores franceses Christian Laval y Pierre Dardot han denominado “La nueva razón del mundo”, la cultura ocupa una posición a la vez central y marginal. Las industrias del conocimiento y de la comunicación han adquirido una gran importancia en la economía mundial y en nuestro sistema de valores como formas de articulación de nuestros saberes, afectos y subjetividades. Esta preeminencia ha provocado la absorción —y consecuente cancelación— de toda una serie de prácticas que en su día fueron críticas para ponerlas al servicio del nuevo paradigma. Como revulsivo a esta velada dictadura, que crece exponencialmente a lo largo de todo el siglo XX y empieza a hacerse mundial tras la caída del Muro de Berlín, nacen en los noventa los movimientos antiglobalización, expresados con protestas como las de Madrid en 1994, alzamientos sociales como el de Chiapas en 1996, o contracumbres como la de Seattle en 1999. En el contexto español, durante estos años asistimos a políticas neoliberales basadas en el consumo y la especulación inmobiliaria centrada en las grandes ciudades, un periodo que Manuel Vázquez Montalbán denominó “Aznaridad”, y que se definía por la euforia pos-92 y el triunfo del Partido Popular tras catorce años de gobierno socialista. Por su parte, la crisis económica internacional iniciada en 2007, tras la caída de Lehman Brothers, supuso el disparadero de los nuevos movimientos altermundistas como Occupy Wall Street, la Primavera Árabe o el 15 M, surgidos en 2011.
(...)
"En este escenario, ¿cómo se posicional los artistas en el marco de su propia práctica artística ante la "nueva razón" del mundo? Esta exposición presenta diversas respuestas que van desde la reterritorialización de las prácticas y discursos —entendiendo que el neoliberalismo impone un sistema totalizador global y desideologizado, hasta el uso de la ficción como ámbito de posibilidad para enunciar alternativas."



No creo que "la Primavera Árabe" tenga absolutamente nada que ver con el análisis evolutivo construido por los autores mencionados; y muy poco con el 15 M. En todo caso,  no me resisto a lanzar un breve apunte sobre la alusión al libro de Laval y Dardot, que parece haberlo inspirado, y que sigue la tradición —"muy francesa"— de encontrar con mayor o menor acierto las "claves profundas" de fenómenos que, por lo general, desbordan los límites de la generalización y del razonamiento humano. No es fácil relacionar las obras exhibidas con el pensamiento de dichos autores ni, por supuesto, con Foucault, por más que en la parte final del texto del tríptico se fuercen las posibilidades de las palabras para hilvanar argumentaciones incomprensibles, tal vez, concebidas con esa intención. Existen formas más sencillas y comprensivas par hablar del sometimiento del Estado a la globalización: existen fórmulas más claras para aludir a la competencia, a la supresión de los registros nacionales...  a la necesidad de reformular nuestro actual sistema cultural.
Para proporcionar al lector un hilo del que tirar, me permito ofrecer el último párrafo del ensayo que, tal vez, le ilumine algún recuerdo si ha tenido el atrevimiento de contemplar cómo la actual dirección interpreta "la misión" del MNCARS:

"La genealogía del neoliberalismo que hemos intentado llevar a cabo en este libro enseña que la nueva razón del mundo no tiene nada de un destino necesario que encadene a la humanidad. Al contrario que la razón hegeliana, no es de ningún modo la razón de la historia humana; es en sí misma del todo histórica, o sea, relativa a condiciones estrictamente singulares que nada autoriza a pensar como insuperables. Lo esencial es comprender que nada puede ahorrarnos la tarea de promover otra racionalidad. Por eso la creencia de que la crisis financiera es el clarín del final del capitalistno neoliberal es la peor de las creencias. Quizás complazca a quienes quieren creer que la realidad puede ofrecerse a sus deseos sin que ellos tengan que mover un dedo. Conforta, seguramente, a quienes encuentran ahí el modo de congratularse de lo que habría sido su propia «clarividencia». En el fondo, es la forma menos aceptable de dimisión intelectual y política. El capitalismo neoliberal no caerá como una «fruta madura» debido a sus contradicciones internas. Los traders no serán, a su pesar, sus inesperados «sepultureros». Marx ya lo decía con fuerza: «La historia no hace nada». Lo único que hay son hombres, que actúan en condiciones dadas y que buscan, mediante su acción, abrirse un porvenir. A nosotros nos corresponde permitir que se abra camino un nuevo sentido de lo posible. El gobierno de los hombres puede ordenarse de acuerdo con otros horizontes, diferentes de los de la maximización del rendimiento, de la producción ilimitada, del control generalizado. Puede sostenerse en un gobierno de sí que abra a otras relaciones con los otros, diferentes de las de la competencia entre «actores auto-emprendedores». Las prácticas de «comunicación» del saber, de asistencia mutua, de trabajo cooperativo, pueden esbozar otra razón del mundo. A esta razón alternativa, no podría dársele mejor nombre que éste: la razón del común."

¿Arte para pensar la nueva razón del mundo? Si con la exposición se pretende poner de manifiesto la capacidad del arte para "adelantarse a los acontecimientos" o para incidir en ellos y cuestionar las circunstancias del entorno cultural actual, debo manifestar, una vez más, mi más profunda perplejidad. Si realmente tenemos la intención de reforzar una razón (crítica) "del común", acaso debiéramos empezar por ofrecer discursos, cuando menos, tan legibles como el texto de Laval y Dardot: es la única forma de acercarse a las personas "del común".
Sospecho que, por debajo de la habitual retórica grandilocuente, late la voluntad de ofrecer un conjunto de obras que, en apariencia ajeno a los "dictados" del mercado internacional, armoniza con la actual línea programática del museo, definida por el señor Borja-Villel, que se hizo cargo de la dirección del museo, precisamente, en el año 2007. 

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