martes, 31 de enero de 2017

Una "opinión" de Nuria Espert

La recogían los medios hace unos días, a propósito del juicio que le merecían las actitudes de los políticos en asuntos de cultura. Concretamente, se manifestó sobre Manuela Carmena en los siguientes términos:

"Una señora que yo voté y que es una señora estupenda, que es una juez y tal, pero a quien la cultura no le interesa para nada, y que ha puesto la cultura en manos de alguien que no estoy segura de que sepa ni leer".

Obviamente se refería a quien está al frente de la Concejalía de Cultura y Deporte, Celia Mayer. Puede que el comentario, en su naturaleza hiperbólica, sea un punto exagerado, pero...

Nuria Espert en Incendios, de Wajdi Mouawad. Foto Teatro de la Abadía

Sobre el pudor en Hollywood

George Marshall es uno de los muchos directores que los críticos valoran como “versátiles”, que es cualidad lapidaria a efectos de calidad estética; en su carrera, que fue prolífica, documentó mil veces hasta dónde llegaban sus posibilidades para ofrecer películas de calidad manifiestamente mejorable. Fue uno de los "pocos" directores cuyo talento evolucionó en dirección contraria al desarrollo de los medios. Para acreditar tan paradójio proceder, firmó como director dos películas para la Universal, que trataban sobre el mismo asunto, realizadas  respectivamente en 1939 (Destry Rides Again) y en 1954 (Destry); la primera, en blanco y negro; y la segunda, "aprovechando" las posibilidades espectaculares del color. Ambas, a su vez, nacían de una novela de Max Brand (Frederick Schiller Faust), uno de los escritores norteamericanos más prolíficos de la primera mitad del siglo XX; pero no sé si de los más interesantes.
Nada excepcional dentro del cajón de sastre que fue el "cine del oeste" anterior a la "crisis de identidad" que sedimentó un conjunto excepcional de películas realizadas a partir de mediados de los años sesenta. George Marshall, que por entonces ya estaba a punto de jubilarse (murió en 1975), quedó al margen de las preocupaciones existenciales de una generación que, indirectamente y por razones de juicio relativo, convirtió su cine, como el de tantos otros, incluyendo algún nombre especialmente sonoro, en material de desecho o de programación para canales regionales o locales.

Destry, 1954
Las dos películas mencionadas apenas merecen un renglón en la Gran Historia del Cine, pero sólo para acotar la carrera de Marlenne Dietrich, de James Stewart y de Audie Murphy, ese actor que, con sus limitaciones, proporciona datos poderosos sobre lo generoso que es el público con quienes definen el Star System. No obstante, tienen cierto interés desde la “pequeña historia”, para destacar la labor de los guionistas y, sobre todo y en este caso concreto, para enfatizar una anécdota significativa: la pervivencia de la iconografía barroca europea en ese universo mítico que, pretenciosamente, fue "reconstruido" a imagen y semejanza de los relatos homéricos. ¿Cómo unir Homero con el arte de la Contrarreforma? Sencillamente, con descaro.


Destry, 1954
Sería un magnífico asunto para una tesis doctoral "de las de antes", encontrar las fuentes estéticas de la ambientación empleada para decorar los interiores públicos y privados de ese tipo de cine y en ese línea ofrezco un "dato" particularmente divertido que pasa por la sorprendente "recuperación" de Velázquez en la más moderna de las dos películas citadas de George Marshall: el "saloon" donde suceden algunas secuencias de la película existe una pintura, que debemos suponer fue realizada por uno de los personajes (a quien se muestra con matices "goyescos" y aperos de pintor en la mano), que es copia "ampliada" e irreverente y respetuosa, al miso tiempo, de La venus del espejo; respetuosa por el exceso de recato en el tratamiento de "lo sexual" (o "lo sensual"), porque la supuesta versión decimonónica oculta el trasero de la diosa; e irreverente con el juicio estético, porque en la actitud púdica no cabe mayor irreverencia estética. Quienes tomaron las decisiones "pantaloneras" debieron sentirse profundamente solidarios con el juicio de Mary Richardson, que veía en aquella imagen la mujer más bella de la historia de la pintura, a quien miraban los hombres boquiabiertos.
Procedía, pues, eliminar los dos "personajes" perturbadores de la escena velazqueña: el amorcillo, de todo punto inconveniente en una imagen de indicación erótica, y el culo monumental de aquella señora italiana, llamada Olimpia Triunfi, que, según cuentan, obnubiló a don Diego para desazón de la prístina frente de su esposa, doña Juana; dicen que de la relación erótica o estética nació un hijo de constitución débil...

Destry, 1954
No sé si es de "agradecer" que el "decorador" ampliara horizontalmente el formato para "compensar" los efectos plásticos derivados de la supresión del angelote y de ese modo justificar una cierta dosis de creatividad  "a la veneciana"...

En definitiva, trescientos años después, las prodigiosas nalgas de Olimpia Triunfi, en su desnuda integridad, seguían siendo fuente de inspiración, pero también, factores inconvenientes para un público demasiado receptivo ante las posibilidades sugerentes de "lo sensual". Al menos así lo entendieron los nuevos inquisidores de la industria norteamericana, tan sensibles ante la sugerencia erótica y tan laxos en asuntos de violencia...

viernes, 20 de enero de 2017

De nuevo, Tristana

No es la primera vez que expreso mi admiración por el "estilo literario" de Benito Pérez Galdós; lo he hecho verbalmente muchas veces y por escrito, alguna más. Dicen que es el segundo gran escritor español detrás de Cervantes...  Y aunque suene a herejía grave, deseo indicar que mil veces me he preguntado por qué ha de pasear entre los dioses por detrás del alcalaino; y francamente no encuentro respuesta convincente; además, según cuentan quienes saben, en aquel lugar prodigioso los genios y los dioses no caminan en fila india sino en grupos fraternales.
En la sala Guirau del Centro Cultural de la Villa ofrecen Tristana en versión de Eduardo Galán y Sandra García, que con la dirección de Alberto Castrillo-Fererr, han compuesto una función digna de apreciar y sobre la que apenas se me ocurre un  pequeño —o no tan pequeño— reparo, que indicaré al final, porque es a esa parte de la obra a la que atañe. Hasta ese momento y aunque parezca arte de magia, dado lo complicado que es "convertir" una novela en teatro, la obra sigue con extraordinaria fidelidad el relato galdosiano... por supuesto, obviando aquello que en la estricta forma, lo caracteriza.
Los actores están muy bien excepto en un caso. Me ha gustado la escenografía, firmada por Mónica Boromello y el resto de los elementos que intervienen en la puesta en escena me han parecido oportunos... si exceptuamos el mal olor que condiciona en exceso la contemplación de cualquier representación en la sala Girau y que debiera ser resuelto de una puñetera vez, por no consolidar una imagen tercermundista realmente patética. Sí, ya sé que ha de ser muy caro, pero también lo son otras cosas y se hacen.

Foto Pedro gato; tomada de madridiario
Tal y como recogía Robert W. Dash, Emilia Pardo Bazán consideró que la novela estaba mal acabada, acaso porque Galdós empleó demasiadas energías en transformar Realidad en drama:

"...creíamos (y no era culpa nuestra el creerlo, porque fundamento no nos faltaba) que iba a presentarnos Galdós el terrible conflicto del hombre antiguo con el ideal nuevo, el choque de la coraza y la locomotora, y sólo encontramos un viejo condescendiente y terco a la vez, muy truchimán, una niña encandilada por un hombre bastante vulgar, y una historia inexpresiva que se desenlaza por medio de un suceso adventicio, de una fatalidad física, análoga a la caída de una teja o al vuelco de un coche ... Lo único que significan mis censuras (pues no niego que lo sean) es que Tristana prometía ser otra cosa; que Galdós nos dejó entrever un horizonte nuevo y amplio, y después corrió la cortina." (Nuevo Teatro Crítico, II 17, págs. 86-7)

Sin embargo, no todos los coetáneos la percibieron igual. Clarín replicó en los siguientes términos:

"La señora Pardo Bazán ve no sé qué esbozos de gran novela, que no llegó a escribirse, y cuyo asunto seria la esclavitud moral de la mujer. No creo que Tristana represente tal cosa. Yo veo allí puramente la representación bella de un destino gris atormentando un alma noble, bella, pero débil, de verdadera fuerza sólo para imaginar, para soñar, de muchas actitudes embrionistas, un alma como hay muchas en nuestro tiempo de medianías llenas de ideal y sin energía ni vocación seria, constante, definida. ¿Para qué hace falta que haga más que eso en una novela?" (Clarín op. cit pág. 252).


Desde cuando se formuló esa disyuntiva, habrán sido numerosos los debates sobre la novela, pero si nos atenemos a los hechos, la novela es lo que es y acaba como acaba, aunque a Emilia Pardo Bazán le hubiere gustado un desenlace más "elaborado" y menos sibilino.
Para evitar su ruina, don Lope —ya sexualmente incapaz (así queda expresado elípticamente pero con claridad en el texto)— acepta casarse con Tristana:

"Y el señor de Garrido (don Lope) , al mejorar de fortuna, tomó una casa mayor en el mismo paseo del Obelisco, la cual tenía un patio con honores de huerta. Revivió el anciano galán con el nuevo estado; parecía menos chocho, menos lelo, y sin saber cómo ni cuándo, próximo al acabamiento de su vida, sintió que le nacían inclinaciones que nunca tuvo, manías y querencias de pacífico burgués. Desconocía completamente aquel ardiente afán que le entró de plantar un arbolito, no parando [252] hasta lograr su deseo, hasta ver que el plantón arraigaba y se cubría de frescas hojas. Y el tiempo que la señora pasaba en la iglesia rezando, él, un tanto desilusionado ya de su afición religiosa, empleábalo en cuidar las seis gallinas y el arrogante gallo que en el patinillo tenía. ¡Qué deliciosos instantes! ¡Qué grata emoción... ver si ponían huevo, si este era grande, y, por fin, preparar la echadura para sacar pollitos, que al fin salieron, ¡ay!, graciosos, atrevidos y con ánimos para vivir mucho! D. Lope no cabía en sí de contento, y Tristana participaba de su alborozo. Por aquellos días, entrole a la cojita una nueva afición: el arte culinario en su rama importante de repostería. Una maestra muy hábil enseñole dos o tres tipos de pasteles, y los hacía tan bien, tan bien, que D. Lope, después de catarlos, se chupaba los dedos, y no cesaba de alabar a Dios. ¿Eran felices uno y otro?... Tal vez."

Supongo que, en ello, acaso esté el fundamento de lo hecho con esa novela al trasladarla al cine, por obra y gracia del gesto hosco de Buñuel y cuando, como ahora, se ha elaborado una versión "adaptada al siglo XXI".
Seguramente, al bueno de Buñuel le pareciera poco adecuado a sus intereses surrealistas, que Tristana acabara entre rezos y repostería y, con el auxilio de la capacidad inspiradora de Pabst, en contexto de metáfora perversa, convirtió al personaje en materialización gloriosa del par dialéctico definido entre Eros y Thanatos, en vengadora implacable casi tomada de la imagen simétrica del teatro de Calderón.

Tristana de Buñuel, 1970
Probablemente, como sucedió hace casi cincuenta años, el final de Galdós desentonara con las ideas predominantes en aquella época; y mucho me temo que, en esta ocasión, ha sucedido otro tanto. Paradójicamente, Eduardo Galán y Sandra García se han hecho eco del juicio de Emilia Pardo Bazán y, como hicieron los cristianos con la Ley de Moisés, han decidido rectificar la palabra divina, aunque con ello, hayan situado el argumento en un ambiente cultural más alejado de hoy que el texto galdosiano. Confieso que, con el paso de los años, la novela me parece más dotada de cualidades excepcionales para activar un reflexión especialmente crítica sobre lo tratado en ella: el peso descomunal de las tradiciones seculares, la hipocresía eclesiástica, la pervivencia de los rezagos feudales y, por supuesto, el poder de los viejos usos "patriarcales" en los ambientes socialmente reconocidos como "progresistas", tanto sobre los hombres como sobre las mujeres. El propio escritor debía ser consciente de cómo esas circunstancias le afectaban a él mismo... No obstante, soy consciente de que este juicio seguramente no sea mayoritario...

En todo caso, recomiendo encarecidamente la función: aunque en muchos aspectos se diluya la prosa de Galdós, en casi toda ella pervive milagrosamente su espíritu y eso es mucho, para quienes miramos hacia el Olimpo con delectación y envidia, que es virtud muy humana.

domingo, 15 de enero de 2017

El museo de Bellas Artes de Castellón

He visitado museos grandes, pequeños, gigantescos, minúsculos; agradables, hostiles, encantadores, horripilantes y hasta ridículos; bien iluminados, con muestrarios de reflejos, acaso concebidos desde el muy elogiable amor a los animales y, muy especialmente, a las urracas... Contenidos en edificios con gran potencial de atracción, excesivamente discretos, en edificios rehabilitados, incluso a la intemperie; con empleados amables, groseros, excéntricos, anodinos; conozco museos de atención impecable, con las paredes mohosas, que amenazan ruina. Se de alguno que fue cárcel, comisaría de policía, centro de animación sociocultural... Recuerdo uno que yuxtaponía su función educativo-cultural con la de dispensario... Pero jamás imaginé que pudiera haber un museo que ofreciera al visitante la aventura de enfrentarse con el riesgo de caer rodando por las escaleras... Pudiera ser una estrategia innovadora para atraer a jóvenes aguerridos y ancianos amantes de los riesgos, pero no sé si, como factor de reclamo, será efectivo. En todo caso, me gustaría dejar testimonio de que estuve a punto de morder el polvo.


Hipérboles e incidentes personales al margen, el peligro se debe a un defecto de diseño o ejecución o, tal vez, de diseño y ejecución, apreciable en todas las escaleras dado que fueron concebidas según el mismo patrón: huella de tarima y tabica definida mediante una pletina de aluminio sobre la que se han incrustado dos puntos de luz que proporcional al conjunto un aspecto visual sumamente interesante. El problema deriva de que, según consta en buena parte de los peldaños, la tarima ha cedido y, en consecuencia, la pletina sobresale en magnitud variable, pero en casi todos los casos con riesgo de tropiezo, sobre todo para las personas con menor habilidad motora. Ignoro cuántas más habrán tropezado, pero dado que el problema subsiste desde hace algún tiempo, me atrevería a decir que, de momento, nadie se ha partido la cabeza, porque en caso contrario, las autoridades competentes (o incompetentes) ya habrían tomado cartas sobre el asunto. ¿Problema de diseño o de ejecución? Es obvio que lo uno conduce a lo otro: muy probablemente, la anomalía esté relacionada con la necesidad de colocar conductos eléctricos y con la torpeza de quien definió la manera de hacerlo. Asimismo, con mucha probabilidad, acaso no se haya afrontado la solución del problema porque, desde lo perceptible, intuyo que ha de ser carísima.


A esa "dificultad" irresoluble desde la precariedad actual, aún deberíamos unir otra: el proyecto de Mansilla y Tuñón recibió el Premio de Arquitectura FAD 2001, el Premio Obra Excelente del año 2001 (FCC), el Premio de Arquitectura 1999-2000 del COACV (Colegio Oficial de Arquitectos de la Comunidad Valenciana) y que fue finalista para el Premio Mies van der Rohe en 2001. Obviamente, un edificio tan premiado ha de ser perfecto y, siguiendo la lógica de King Vidor y Ayn Rand, si los vulgares humanos tropezamos en las escaleras, seguro que se debe a que no sabemos caminar de acuerdo con los valores del genio. Además, si se rompe la cabeza alguien y un juez estima alguna irregularidad punible, siempre estará "al quite" el contribuyente pagano, perfectamente entrenado en subsanar errores ajenos en autopistas, almacenamientos de gas, aeropuertos surrealistas, etc., etc.
Miedo y curiosidad morbosa me da que inauguren el muy celebrado Museo de las Colecciones Reales, ideado en el mismo estudio, que comienza a parecerse sospechosamente a la obra de El Escorial.


Fuera de ese "pequeño" detalle y de algún otro menos "visible", lo cierto es que, aunque por el exterior no ofrece una fachada "amable" o atractiva y el acceso desconcierta, el museo, situado algo lejos del centro de la ciudad, responde a un diseño interesante, sobre todo, en lo que se se refiere a lo perceptible "sobre plano": los espacios interiores, la articulación en altura y los juegos de luz en las diferentes plantas. Todo en la línea de otros proyectos afines, como los museos de León y Zamora, también de concepciones espaciales interiores espectaculares, que fueron muy alabados en su tiempo, pero que también han generado "pequeños problemas" de mantenimiento.
Exceptuando la inferior, bastante obscura, las demás plantas están concebidas combinando luz natural y luz artificial con un resultado irregular, que condiciona decisivamente las posibilidades expositivas. Hay zonas diáfanas junto a otras que requieren refuerzo de luz artificial, aunque casi siempre con efectos distantes del tremendismo escenográfico de algunas instalaciones museísticas más recientes (por ejemplo, la del MAN) que, sin embargo, también se emplea en determinadas zonas (arqueología y etnología). En ese sentido, el Museo de Bellas Artes de Castellón forma grupo con unos cuantos realizados en España durante los últimos 20 años, que se han concebido desde un protagonismo demasiado forzado de los criterios arquitectónicos. Tal y como he manifestado en otras ocasiones, entiendo que sería más oportuno apostar por una arquitectura menos intrusiva, por no complicar la vida a los gestores de estas instituciones, de operatividad social progresivamente precaria.

Lo más positivo...  La combinación de madera, espacios articulados y lienzos claros o neutros consiguen un resultado de cierto confort visual. Me han hecho "gracia" algunos detalles como la escenografía, un tanto forzada, del sótano, dedicado a cuestiones antropológicas y arqueologicas. Se agradece, en todo caso, que no sea demasiado difícil realizar fotografías...
El área dedicada a las "falsificaciones" o "imitaciones", de concepción similar a ciertas fórmulas empleadas en Atenas, me ha parecido una magnífica idea: colocar las falsificaciones en estanterías con malla metálica define una metáfora afortunada.
Pero, sobre todo, lo más positivo es la atención ofrecida por los empleados, que nos ayudaron a entender algunas "anomalías efímeras" como los dibujos realizados sobre los vidrios de la entrada...


Por el contrario, no me han gustado, además de las escaleras, los bancos, que quiero imaginar fueron concebidos para soportar cojines pero que sin ellos son demasiado bajos y por consiguiente, incómodos. Porque no me placería imaginar que su altura deriva de una interpretación sui géneris —con criterios de Howard Roark— de los protocolos de confotabilidad, adaptados para niños de corta edad; ello equivaldría a sugerir sutilmente a las personas de cierta edad que no son bienvenidas al museo, tal y como sucedió hace unos cuantos años en cierto museo de Madrid, al que no le venía bien que en sus áreas de circulación se refugiaran los ancianos durante el invierno.


En suma, se trata de un museo en la línea de otros proyectos del mismo estudio, que adolece de las mismas cualidades, para bien y para mal. Todos ellos son museos de gran aparatosidad arquitectónica pero con escasa capacidad para atraer público que, además, manifiestas los inconvenientes derivados de una ambición arquitectónica mal canalizada en el proceso constructivo. Desde lo que sucede con las escaleras, parece milagroso que la tarima de las salas se vea en un estado de conservación bastante bueno, aunque no sé si sucederá lo mismo con la carpinteria metálica, de tamaño descomunal y colocada en lugares de acceso problemático. No me extrañaría que también tuviera problemas para defenderse de las lluvias torrenciales...


Por lo que se refiere a "mis debilidades", el museo contiene un capitel de hojas lisas, con el ábaco retallado, que replantea la problemática varias veces mencionada en este blog, sobre las fórmulas aparentemente evolucionadas que, sin embargo, podrían ser más antiguas de lo que costumbramos a imaginar. En este caso no hay huellas de los elementos del piso superior aunque el ábaco  ofrece una concavidad muy acusada y cartelas casi semicilíndricas que hacen pensar en fórmulas permeables a las tradiciones bizantinas; otro tanto sucede con el astrágalo liso sugerido en la parte inferior y con la leve arista que hace pensar en las volutas angulares propias de los siglos V y VI. No obstante, la inexistencia de rasgos claros, debería imponernos prudencia y, al menos, ampliar un poco la fase de adscripción, entre los siglos IV y VI.

San Ambrosio de Barbate

Durante estos días pasados fue noticia el yacimiento arqueológico de San Ambrosio de Barbate por su pésimo estado de conservación. Hace unos años se procedió a un tratamiento "de choque" que, como en tantas otras ocasiones, no fue demasiado eficaz. La vegetación y los desaprensivos han invadido el lugar con resultados lamentables: han desaparecido elementos metálicos del cerramiento y de la estructura de refuerzo, y en contrapartida desequilibrada e históricamente anacrónica, los vándalos han dejado unas cuantas pintadas que, tal vez, sean manifiestos estéticos de gran elocuencia sobre nuestro estadio cultural. Desde situaciones como ésta, tan comunes, se diría que hay más personas interesadas en dejar testimonio prosaico de su existencia que de preservar la memoria histórica.

A la izquierda, estado actual; a la derecha, situación tras la intervención.

Elementos de "creatividad popular"
Según los testimonios que he podido recoger, no siempre claros, en la iglesia consagrada en "tiempos visigodos", se conservan varios capiteles reutilizados, que apenas se intuyen en la documentación a la que he tenido acceso. En la web de la Junta de Andalucía exponen:

(...)“Entre las estructuras localizadas en la excavación se han documentado muros de una gran consistencia, construidos con sillares, estos se distinguen a ambos lados de la ermita, y podían formar parte de un gran edificio, quizás de dos plantas. De este edificio podrían proceder los restos arquitectónicos que se observan en el entorno inmediato de la ermita, restos de cornisas con frisos decorados, grandes sillares de piedra arenisca labrados, capiteles corintios reutilizados en la ermita, etc. “
(...)
“La edificación principal de la ermita de San Ambrosio consta de una nave única estructurada mediante cuatro arcos fajones apuntados de ladrillo, sobre los que se sustentaba una cubierta a dos aguas con caballete central, resuelta con viguería de madera, tablazón y teja. Coincidiendo con los apoyos de los arcos, se adosan a los muros perimetrales sendas columnas, de diámetros desiguales y rematadas superiormente con cimacios de nacela, excepto las dos más próximas al ábside, con capiteles de orden compuesto, probablemente de origen romano. A los pies de la nave descrita se define un nártex, mediante la inserción en la construcción principal de un muro interior, con puerta. La cabecera se remata con un ábside rectangular, subdividido a su vez en un espacio central, correspondiente al presbiterio, y sendos ámbitos laterales correspondientes a una posible cripta y al arranque de una torre, hoy muy destruida. “

Imagen tomada del blog "De España hasta los cantares"
¿Capiteles compuestos y capiteles corintios? En el blog "De España hasta los cantares" ofrecen la imagen de un capitel corintio con peculiaridades estructurales relativamente anómalas, que ya he comentado en otro caso (Calatayud): una única corona de hojas soporta un conjunto superior en el que las volutas interiores han sido sustituidas por un motivo "liriforme" de cierta "originalidad". 
Aunque está bastante erosionado y ello puede condicionar la valoración de la talla, la molduración del ábaco, el diseño superior del cesto, la naturaleza de las volutas angulares y todo el "aparato vegetal", apuntan hacia el siglo II... 
Intentaré visitar el yacimiento, que hasta ahora siempre me ha quedado a trasmano, antes de que, entre la indolencia de unos y la torpeza de otros, se convierta en un chiringuito anarcobudista, o lo que es lo mismo, en otro testimonio de nuestra "liberalidad" en asuntos de gestión cultural: en tiempos de posverdad, prevalece la libertad de expresión individual sobre un valor tan etéreo como la defensa del Patrimonio Histórico.

sábado, 14 de enero de 2017

Posverdad (post-truth)

Es la palabra que el Diccionario de Oxford ha entronizado como "palabra del año", con un sentido que acaso sea menos moderno de lo enfatizado por determinados medios. Según recoge BBC Mundo, "Oxford la define como el fenómeno que se produce cuando "los hechos objetivos tienen menos influencia en definir la opinión pública que los que apelan a la emoción y a las creencias personales". Y el citado medio, se apoya en el juicio de A.C.  Grayling, para quien en la conformación de la realidad cultural asociada a dicha voz, deberían tomarse en consideración ciertos factores:

  • Los cambios derivados de la crisis del 2008 y, muy especialmente, el descontento de las clases medias, que habrían comenzado a poner por delante el "cerebro" genital al otro.
  • Las redes sociales con lo que ellas implican en la difusión de informaciones no siempre contrastadas ni, por supuesto, veraces.
  • La dificultad para categorizar la información que recibimos o que está a nuestra disposición en un ambiente dominado por mensajes manipuladores.
  • La pervivencia de un cierto relativismo nihilista que, en manos de ciertos líderes de opinión, se transforma en una especie de escepticismo precartesiano: todas las opiniones son igual de respetables y, por consiguiente, de valiosas, tanto si las formula la persona más docta como si responden a la voluntad de un idiota.

Fotografía tomada de Univisión
Por su parte, los redactores del Diccionario de Oxford indican que, aunque el término no es nuevo y se podría vincular con las tradiciones posmodernas, a partir de mayo de 2016 y, sobre todo, en coincidencia con la crisis del Brexit y con la elección de Donald Trump, ha dejado de emplearse esporádicamente para convertirse en un invariante entre los sesudos politóogos. Al parecer, habría sido empleado por primera vez con un sentido similar al mencionado por Steve Tesichen en un ensayo publicado en la revista Nation en 1992; y, sobre todo, en un libro de Ralph Keyes, de título elocuente —The Post-truth Era, 2004, obviamente con sentido muy diferente al definido por A.C. Grayling.
Con independencia del origen del término, parece una ingenuidad enfatizar los factores recientes en una situación que, como es notorio, es invariante de las circunstancias ambientales de nuestra sociedad, al menos desde que tenemos testimonios escritos. Precisamente, este ensayista llega a una conclusión que me resulta particularmente familiar dado que, entre nosotros, alguien las había mencionado hace algún tiempo, al amparo de las razones que justificaron recordar el cine de los últimos años de la República de Weimar: el paralelismo entre buena parte de las circunstancias "actuales" —de entonces y de ahora, muy especialmente— y las de los años treinta.

La ópera de los tres centavos, Pabst, 1931
Y hablando de posverdad: en contrapartida cañí, tal y como acredita Fundéu, entidad financiada por cierto banco español importante, la palabra del año 2016 entre nosotros ha sido "populismo", vocablo generalmente empleado, precisamente, para activar mecanismos "bajos"... ¿No es para morirse de risa?

La casa Guzmán de Alejandro de la Sota, demolida

Así lo comentan en el blog de la Fundación Alejandro de la Sota:

"Sentimos empezar el año 2017 dando la malísima noticia de que la Casa Guzmán de Alejandro de la Sota ha sido demolida para ser sustituida por una nueva vivienda. Nuevamente, la arquitectura contemporánea sufre de la falta de cultura, de la falta de sensibilidad, la falta de protección y el fallo en cadena de la profesión, fruto de la desidia que se ampara en lo que es legal. La Casa Guzmán ha sido hasta hoy una obra de referencia de la arquitectura contemporánea española desde que Alejandro de la Sota la construyó en la década de los setenta del pasado siglo para Enrique Guzmán en la urbanización Santo Domingo. Sin embargo, nada ni nadie ha impedido que su descendiente haya podido tomar la decisión de sustituirla por otra cosa. Es el concepto de lo mío es mío y hago con ello lo que quiero. En Arquitectura, a diferencia de otras Artes esto es lo normal. Nadie se imagina que un heredero pueda destruir un cuadro o una escultura, quemar el manuscrito de un escritor. Nadie lo puede imaginar y tendría enfrente, además del peso de la ley, el escándalo de la sociedad. En la Arquitectura, sin embargo, es posible y ocurre en demasiadas ocasiones. Tiempo tendremos para entre todos tomar consciencia del valor de este proyecto en la historia reciente de la arquitectura española pero, desde su construcción, ha sido una referencia visitada, estudiada, publicada, disfrutada por generaciones de arquitectos de todo el mundo. Disfrutada, también y el primero, por Enrique Guzmán, su propietario y el que realizó el encargo a Alejandro de la Sota, un propietario orgulloso de recibir durante estos cuarenta años a cientos de estudiantes que se acercaban a contemplar su vivienda. En más de una ocasión nos contaba anécdotas de estas visitas, como la de un arquitecto suizo que le reconvino por hacer una reforma en las habitaciones interiores: “se conocía mejor el proyecto original que yo mismo” nos decía."

Casa Guzman de Alejandro de la Sota. Foto Fundación Alejandro de la Sota
En el fondo de la cuestión está la dificultad que existe para formular formas de protección efectivas en asuntos de arquitectura contemporánea, que ha propiciado la demolición de varios edificios de singularidad excepcional. El profesor Ezquiaga comparaba la atrocidad con la demolición de "la Pagoda" (Laboratorios Jorba), de Fisac; suscribo su valoración y, desde luego, la necesidad de arbitrar un marco normativo que, cuando menos, proteja de manera eficaz las obras más relevantes de la arquitectura reciente; pero comprendo que es difícil hacerlo porque, en un ambiente cultural como el nuestro, tan condicionado por vicios y virtudes añejos de esencia feudal y, teniendo en cuenta las implicaciones globalizadoras de la idea de genio, sería casi imposible crear una norma que no fuera exageradamente proteccionista.

Nueva Casa Guzmán.. Foto Laura Rivas Olmo

lunes, 9 de enero de 2017

Zygmunt Bauman

Ha muerto Zygmunt Bauman, uno de los pensadores más influyentes en los sectores "progresistas" del mundo occidental durante el cuarto cuarto del siglo XX y principios del XXI. En cierto modo, proporcionó continuidad —modificada— a las ideas de Herbert Marcuse, que amalgamó con las de Gramsci y las de Derrida hasta conseguir una "pasta" especialmente útil para desplegar la base del pensamiento posmoderno. Según la voluntad del cocinero, la base servía para cocinar "pizzas" en variedad infinita, no siempre relacionadas con el sentido original...

Fotografía tomada de Psicologias do Brasil